Por
primera vez en la historia dominicana se suspendieron las elecciones.
Esta decisión mantiene al país en una crisis política: acusaciones
de sabotaje a equipos de voto automatizado; millones de pesos
gastados para realizar los comicios del 16 de febrero; detención y
golpes a un técnico de una telefónica; apagones y protestas.
Por
Indhira Suero Acosta para CONNECTAS.- Cada
cuatro años, las calles de República Dominicana se llenan de
afiches relucientes que exhiben las caras de políticos que sonríen
como si de eso dependiera sus vidas. Carcajadas amplias, corbatas
derechas, Photoshop y maquillaje bien puestos.
Siempre
más hombres que mujeres —todavía se lucha por implementar la
cuota femenina—.
Siempre
con partidos que distribuyen 500
pesos (menos de 10 dólares) y las famosas cajitas blancas llenas de
pollo frito con tostones.
Jóvenes protestan tras conocer la suspensión de las elecciones municipales. Crédito: Tatiana Fernández |
Siempre
con discursos pocos concretos, pero llenos de promesas. Con
acusaciones de compra
de cédulas, antes y durante del
día de votación.
Siempre
con un país paralizado los días antes del comicio, porque “uno
nunca sabe lo que pase y hay que cuidarse de meterse en líos”.
Ya
nos acostumbramos a que todo pase igual. Pero esta vez fue tan
diferente que trascendió fronteras. El domingo
16 de febrero de 2020, por
primera vez en la historia democrática de República Dominicana, se
suspendieron las elecciones.
También,
se estrenaron 11,000
kits del voto automatizado a un costo de casi
19 millones de dólares que
serían destinados a un 62 por ciento del padrón electoral. El resto
votaría de forma manual.
Se
supone que ese día la población dominicana, que ejerciera su
derecho al voto, elegiría
3.849 cargos municipales.
Que solo faltaría seleccionar, el próximo 17 de mayo, en las
elecciones presidenciales y congresuales.
Eso
no pasó.
Desde
temprano, se registraron
inconvenientes en
los 18 municipios —de un total de 158— donde la votación sería
automatizada. No aparecían los candidatos de algunos partidos o solo
se mostraban las sonrisas amplias de los aspirantes a cargos
pertenecientes al partido de gobierno, o de la Liberación
Dominicana.
Alrededor
de las 11:11 a.m, el presidente de la Junta Central Electoral, Julio
César Castaños, anunciaba
al país, después de dar unos golpecitos nerviosos a un
micrófono que ya sabíamos que funcionaba, que: “sin una boleta
que no esté completa, para todos los partidos, esa
elección no se puede realizar, por razones elementales. Es
una verdadera pena que esto haya ocurrido”.
A
las declaraciones de Castaños, le siguieron las de los observadores
internacionales de la Organización de Estados Americanos. Por igual,
candidatos presidenciales exigían se aclarara lo sucedido. Los que
recuerdo: Luis Abinader, Gonzalo Castillo y el ex mandatario Leonel
Fernández.
Solo
el anuncio que hizo, de manera casi inmediata por redes sociales, el
Ministerio de Interior y Policía recordaba que las cosas en
República Dominicana pueden resultar tan absurdas como irrisorias:
se levantaba la
restricción de venta de bebidas alcohólicas,
pero se llamaba “a la población a mantener una conducta
ecuánime, que
garantice la paz y seguridad ciudadana”.
El
presidente Danilo Medina, hablaría al otro día al país, en medio
de un
gran apagón que dejó sin luz a la mayoría de los sectores del
Distrito Nacional, el Metro de Santo Domingo, el Teleférico y varias
provincias del interior. Uno que me hizo recordar que, en el país
con la economía que “más
y mejor crece en la región”,
todavía se va la electricidad.
Confieso
a los millones de turistas que nos visitan, que República
Dominicana es una nación muy pesimista.
Que a pesar de que les brindamos sonrisas y les garantizamos un buen
baile de merengue, nuestra fe en un futuro mejor disminuye.
El
pesimismo se amasó con lentitud hasta quedar a punto de perfección.
Desde
e Descubrimiento,
pasando por “esclavitud, dictaduras, abusos de poder y pobre
desarrollo económico del país, junto con escasas oportunidades de
educación intelectual y doméstica”. Hasta las encuestas que hoy
día aseguran que un alto
porcentaje de la población joven adulta se quiere ir o que
—según el Índice
de Percepción de la Corrupción 2019—
“en el continente americano, la República Dominicana presenta una
peor
puntuación que el 78 por ciento de los países de la región”.
Estamos
acostumbrados a que nada llegue a su término. Que por más que
salgan a la luz escándalos que hagan “temblar” a la opinión
pública, todo quede
en el olvido y las
autoridades correspondientes no lleguen al fondo del asunto.
Por
ejemplo —hasta el momento— es como si el país no fuera conciente
que vergonsozamente fue la sede de la oficina de Odebrecht que estuvo
a cargo del mayor pago de sobornos de la historia reciente a decenas
de paises en América Latina.
Tampoco
se sabe si las autoridades investigan los
resultados de los reportajes liderados por el Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación, donde se expone que
“se encontraron más de 39 millones de dólares en pagos secretos
asociados con la gigante central termoeléctrica de carbón de Punta
Catalina en República Dominicana”.
De
igual manera no se conoce en qué quedará el caso del periodista
Marino Zapete, acusado de difamación tras
sus denuncias de que “Maybeth Rodríguez, hermana del
procurador general Jean Rodríguez Sánchez, había lucrado
ilícitamente de proyectos de infraestructura públicos” y que
Gonzalo Castillo, candidato a la presidencia por el partido de
gobierno, también estaba envuelto en el caso.
Mensajes de protesta ante el Gobierno tras conocer la suspensión de las elecciones. Crédito: Violeta Lockhart |
Y
aún a nadie se condena por el caso
Odebrecht, aunque se
revelara que “dos mil millones de dólares es el valor de las
adiciones a los contratos
que Odebrecht” tuvo en República Dominicana, durante cuatro
gobiernos nacionales diferentes, como lo reveló Diario Libre en una
investigación en alianza con CONNECTAS.
Temor
Quien
no puede ser optimista es Manuel
Regalado, técnico de la compañía telefónica Claro, a quién
la Policía Nacional Dominicana detuvo desde el domingo hasta la
mañana del miércoles 19 y de
quién no se sabía nada hasta la noche del martes.
No
puede ser optimista después de aparecer en un centro de salud con un
esguince en el pie y
traumatismo en el hombro y
de ser acusado, junto al coronel Ramón Antonio Guzmán Fernández,
de delito electoral. Tampoco después de ser detenido —por segunda
vez— en la tarde del miércoles 19.
Cientos
de personas comenzaron a congregarse a diario de manera pacífica en
diversos lugares, entre ellos frente a la Junta Central Electoral,
exigiendo la renuncia del
Pleno de la Junta y que se aclare lo qué pasó con el sistema de
voto automatizado. A diferencia de sus vecionos en Haiti, los
dominicanos no tienen tradición de protesta pública. Lo que se está
viviendo es inédito y no está claro cual será su descenlace.
Protesta simbólica de los dominicanos ante el Gobierno. Crédito: Tatiana Fernández |
Y
si, siguen sin miedo a pesar de que el martes 18, les lanzaron bombas
lacrimógenas. Sin importarles la persistente llovizna que llora el
cielo sobre la ciudad. Continúan ahí, tal vez, buscando
el optimismo que
hace tiempo les abandonó.
Autor: INDHIRA SUERO ACOSTA
Periodista
cultural, locutora y docente universitaria. Becaria Fulbright, con
investigaciones sobre medios afroamericanos y nuevas tecnologías.
Creadora de Negrita Come Coco, personaje web para promover la cultura
popular dominicana y la afrodescendencia. Miembro destacado de la
Comunidad periodística de CONNECTAS y Embajadora SembraMedia en
República Dominicana.