DW.- La discusión en torno a un cambio de la energía tradicional por la renovable viene tomando fuerza también en América Latina. Junto a Brasil, Uruguay es uno de los líderes en la región en este sector.
A
partir de 2010 la energía renovable se convirtió en una política de Estado en
Uruguay y se fijaron así los objetivos para 2030.
Por
otro lado, Argentina también ha venido incrementado la implementación de la
llamada “energía limpia” en los últimos años. Sin embargo, a pesar que el país
ya cuenta con 200 megavatios, aún hay mucho por hacer en este campo.
La
ley de 2006 sobre energías renovables preveía para el 2016 que el ocho por
ciento de nuestra matriz energética tenía que estar compuesta por fuentes
renovables, pero hasta la fecha solo hemos llegado a un tres por ciento de la
cual 0,3 por ciento es eólica”, explica la argentina Vanessa
Revelli, directora para Latinoamérica de la empresa de Energía Eólica
AboWind. La empresa tiene previsto instalar un total de 850 megavatios para todo
el país. El costo por cada megavatio instalado es de aproximadamente dos
millones de dólares.
¿Por qué cambiar la energía
tradicional?
Uno
de los principales beneficios del cambio hacia la producción de “energía
limpia” es su baja peligrosidad, además de su fácil y rápida instalación. “Con las hidroeléctricas se hace un daño
ambiental muy grande y con la eólica se puede obtener en muy poco tiempo muchos
megavatios. Además, es fácil de operar y lo más importante es que no tiene
combustible porque se produce del viento y el viento es gratis”, cuenta
Revelli a DW.
“En
Uruguay ya se utilizó casi el 100 por ciento del potencial hidroeléctrico. Por
esta razón, el gobierno de José Mujíca armó un esquema completo con todos los
instrumentos necesarios para dar un giro hacia la energía renovable brindando
concesiones de suministro de energía por 20 años. El éxito uruguayo se ve reflejado
en la inversión de 2.500 millones de dólares en energías eólicas en los últimos
tres años.