DW. - La batalla contra Estado Islámico en Mosul es inminente. Las tropas de la coalición esperan la señal del primer ministro iraquí, Haider al-Abadi. Los refugiados informan sobre la situación en la ciudad.
"Aguantamos hasta que empezaron a arrojar personas desde los tejados tras cortarles dedos y manos. Entonces nos tuvimos que ir”. Amira explica asqueada por qué tuvo que abandonar Mosul con su familia hace casi seis meses. "Tuvimos que ver esas cosas. Fue terrible”.
La joven iraquí, de 32 años, tose incesantemente y prefiere no ser fotografiada. El miedo a Daesh, los combatientes de la milicia terrorista Estado Islámico (EI), sigue dentro de ella, a pesar de que ella, su marido y sus tres hijos están ahora en lugar seguro. Pero hasta que consiguieron llegar al campo de refugiados de Razaliya, al oeste de Bagdad, lo que vivieron fue una auténtica odisea. Tuvieron que pagar 600 dólares por persona para poder abandonar Mosul. Y es que Estado Islámico hace todo lo posible para que los habitantes de la que en algún momento fue la segunda ciudad más grande de Irak no abandonen la urbe.
Los propios combatientes de EI impiden por la fuerza que la población abandone la ciudad. El marido de Amira, Abdelkadr, cuenta que al final acabaron pagando más de 1.000 dólares por persona. Las calles de la ciudad están bloqueadas y sembradas de minas y sólo las carreteras que conducen a Siria siguen siendo transitables. Amira y su familia fueron llevados a la frontera siria con Turquía y abandonados en tierra de nadie. Abdelkadr prefiere no contar cómo llegaron a Kirkuk. Desde ahí siguieron camino hasta Bagdad.
"Aguantamos hasta que empezaron a arrojar personas desde los tejados tras cortarles dedos y manos. Entonces nos tuvimos que ir”. Amira explica asqueada por qué tuvo que abandonar Mosul con su familia hace casi seis meses. "Tuvimos que ver esas cosas. Fue terrible”.
La joven iraquí, de 32 años, tose incesantemente y prefiere no ser fotografiada. El miedo a Daesh, los combatientes de la milicia terrorista Estado Islámico (EI), sigue dentro de ella, a pesar de que ella, su marido y sus tres hijos están ahora en lugar seguro. Pero hasta que consiguieron llegar al campo de refugiados de Razaliya, al oeste de Bagdad, lo que vivieron fue una auténtica odisea. Tuvieron que pagar 600 dólares por persona para poder abandonar Mosul. Y es que Estado Islámico hace todo lo posible para que los habitantes de la que en algún momento fue la segunda ciudad más grande de Irak no abandonen la urbe.
Los propios combatientes de EI impiden por la fuerza que la población abandone la ciudad. El marido de Amira, Abdelkadr, cuenta que al final acabaron pagando más de 1.000 dólares por persona. Las calles de la ciudad están bloqueadas y sembradas de minas y sólo las carreteras que conducen a Siria siguen siendo transitables. Amira y su familia fueron llevados a la frontera siria con Turquía y abandonados en tierra de nadie. Abdelkadr prefiere no contar cómo llegaron a Kirkuk. Desde ahí siguieron camino hasta Bagdad.