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Pastores de yaks en el Tíbet. FOTO: Matt Ming (CC BY 2.0). |
Globalvoices-Devika
Sakhadeo.- En las colinas del norte de Sikkim, al noreste de India, la
comunidad dropka vive en paz pese a las dificultades. Las colinas resuenan con
las canciones que los dropkas tienen para cada actividad. No son los típicos
aldeanos que residen en un mismo lugar durante décadas y que cuentan con una
fuente determinada de subsistencia. En cambio, los dropkas, tal como su nombre
indica, son nómadas (“dropka” es una palabra tibetana que se puede traducir
aproximadamente como “nómada” o “pueblo pastor de las alturas”). Para las
últimas generaciones, sin embargo, los dropkas han llevado a cabo una actividad
que tal vez desaparezca pronto de Sikkim: el pastoreo de yaks.
Los pastores de yaks de Sikkim se han
enfrentado a muchos retos, como el cambio climático, restricciones en la
frontera, falta de instalaciones, incertidumbre económica o la atracción de una
vida más sencilla y cómoda en una localidad. Estos retos han aumentado desde la
década de 1960, cuando se cerraron las fronteras del Tíbet. Continuar con la
vida como pastor dropka de yaks es una ardua tarea, que provoca que cada vez
menos personas estén dispuestas a seguir de buen grado con esta vida.
Antes de 1962, los dropkas, originarios del Tíbet, migraban cada
año de esta región a las zonas del norte de Sikkim para que pastaran sus yaks.
En los meses de invierno se asentaban temporalmente en Tíbet, cerca de Khampa
Dzong, donde la hierba para pastoreo era más larga, más nutritiva y no se
compactaba por la nieve. En verano, viajaban hacia el sur, hacia las áreas montañosas
del norte de Sikkim, y asentaban brevemente en zonas como Dongkung, Lungma,
Kerang y Lachen, en Sikkim. En estas regiones, los lachenpas del valle de
Lachen hacían negocios con los dropkas, que eran beneficiosos en términos
monetarios y también culturales. Este comercio fomentaba el intercambio
cultural y la paz entre ambas comunidades. A cambio, los dropkas cuidaban del
ganado de los lachenpas y vendían el excedente tras haber suministrado a su
propia comunidad con leche de yak, productos lácteos y lana obtenida del
ganado. Este intercambio era posible gracias al acuerdo entre Tíbet e India y a
la apertura de fronteras para que los dropkas realizaran su itinerario
libremente.
Después de China ocupara el Tíbet se cerró la frontera, y
en 1962 obligaron a los dropkas a asentarse en uno de los dos lados. Desde
entonces, han tenido que limitar sus migraciones a una región tanto en verano
como en inverno. La doctora Anna Balikci Denjongpa, coordinadora de
investigación en el Instituto Namgyal de Tibetología en Sikkim, explicó que los
dropkas mantienen que antes de que cerraran la frontera había unos mil yaks que
migraban según su patrón rotativo de pastoreo. En la actualidad, hay menos de
12 familias que siguen el estilo de vida tradicional de los pastores dropka de
yaks. Otros miembros de la comunidad han hallado distintas ocupaciones y la
mayoría ha intentado migrar a pueblos o ciudades.
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Miembro de la comunidad de los dropkas
con una piel de oveja en una aldea lachenpa.
FOTO: Karchoong Diyali. Utilizada con permiso. |
Contra todo pronóstico
El estilo de vida tradicional de los
dropkas no es fácil. Con movimiento restringido al estado de Sikkim, enfrentan
duras condiciones meteorológicas en invierno, ya que las áreas montañosas al
norte de Sikkim sufren fuertes nevadas en ocasiones que compactan la hierba,
tan beneficiosa para los yaks.
“Cuando nieva, es muy difícil para
los animales y para nosotros”, explica Aie Chezum en una película realizada por
el Instituo Namgyal de Tibetología titulada Drokpa—pastoreo en la
frontera—los pastores de yaks del norte de Sikkim.
Los dropkas tienen que depender de
carne seca durante el invierno. Pero el calor en aumento también supone un
problema. Según datos meteorológicos, la temperatura en Sikkim aumenta una
media de 2,5ºC al año. Eso ha provocado la disminución de la hierba, y para los
yaks de grandes altitudes, el calor provoca incomodidad. Los animales
malnutridos acaban siendo una carga y los dropkas deben venderlos o
alimentarlos con forraje preparado, ya que la hierba está cubierta por nieve
durante el invierno. Esto implica asumir el gasto adicional de comprar forraje.
Para una comunidad tradicionalmente autosuficiente, se trata de conceptos
económicos relativamente nuevos, puesto que siempre han confiado en el comercio
para sus necesidades y suministros.
Desde el cierre de la frontera, la comunidad también ha tenido
que depender del Ejército para lograr asistencia médica en este terreno de gran
dificultad, aunque para tratamientos más serios el Ejército tampoco puede ofrecer
ayuda. En estos casos, la supervivencia se vuelve precaria.
Para entender a los dropkas, hay que
recordar que los yaks son imprescindibles en la vida autosuficiente de la
comunidad, ya que ofrece la lana y la leche que utilizan para otros productos,
y también el estiércol, que se utilizado como combustible una vez seco. Con la
lana producen calcetines, ropa y alfombras.
Antes tejían también prendas caras
llamadas sheema y puruk, que se usan principalmente en
Tíbet y que suponían un comercio de mercancías. Debido a las limitaciones
fronterizas, la mayor parte de la actividad comercial se ha estancado. La leche
de los yaks se utiliza principalmente para el té –conocido en la región
como chai– en invierno y para realizar productos como el queso en
verano. Tras completar su propio suministro de productos lácteos, suelen vender
el excedente de queso en pueblos, aunque según un comerciante de Gangtok, ahora
resulta algo extraño.
Tras todos estos años se sigue viendo
a los dropkas como huéspedes y no como residentes en la zona. Debido a las
restricciones fronterizas, se sienten atrapados y obligados a ir con cuidado,
no solo porque el ganado podría entrar en un campo de minas, sino también
porque tienen que acatar normas y regulaciones impuestas por las comunidades
que los acogen.
Un futuro incierto para el trabajo de pastor de yaks
A pesar de todo, algunos dropkas
consiguen vivir decentemente. Salvan la distancia cuidando del ganado de los
aldeanos de Sikkim del valle de Lachen y realizando trabajos para miembros del
Ejército. Además de forraje para el ganado, ropa, comida y otras necesidades,
otro gasto al que se enfrentan ahora los dropkas es la educación de sus hijos.
Muchos han decidido que sus hijos vayan a escuelas en pueblos o ciudades donde,
una vez reciben una educación y experimentan la vida urbana, rechazan volver y
adoptar de nuevo el duro estilo de vida asociado con el pastoreo de yaks.
“Cuando todo lo demás falla, ser dropka es la última opción para ellos”,
explica la doctora Anna Balikci Denzongpa. Los jóvenes dropkas también evitan
el trabajo de pastor de yaks, ya que creen que no encontrarán esposas que
acepten esa profesión.
Los que abandonan la profesión de
pastor de yaks acaban trabajando en el Ejército, el Gobierno u otras
ocupaciones de la ciudad. Con el aumento reciente del número de turistas en
Sikkim, también se necesitan trabajadores en ese sector. Una última opción para
los que no encuentran trabajo es asentarse en los campos de refugiados de
Tíbet. La ayuda del Gobierno no es suficiente apoyo para que los jóvenes
continúen con la vida tradicional de los dropkas, ni tampoco el interés
mostrado por unas pocas ONG.
Pese a todo, todavía los hay que
siguen con las ocupaciones tradicionales y con la vida de los pastores de yaks
en las montañas de Sikkim. Sin embargo, incluso quienes desafían las duras
condiciones son conscientes del hecho de sus hijos pueden decidir vender su
ganado y dirigirse a ciudades en busca de otros trabajos. Esta generación bien
podría estar escribiendo el último capítulo de la historia del pastoreo de yaks
por parte de los dropkas de Sikkim.
Escrito por Devika Sakhadeo
Traducido por Antonio Iborra Rovira