El débil y efímero resplandor que emana de la nebulosa planetaria ESO 577-24 permanece durante muy poco tiempo, alrededor de 10 000 años, un abrir y cerrar de ojos en términos astronómicos. El VLT (Very Large Telescope) de ESO captó esta burbuja de brillante gas ionizado: el último aliento de la estrella moribunda cuyos restos tras la explosión son visibles en el centro de esta imagen. A medida que la capa gaseosa de esta nebulosa planetaria se expanda y crezca, apagándose, irá desapareciendo lentamente hasta que dejemos de verla.
La protagonista de esta imagen es una capa
evanescente de gas brillante que se expande en el espacio: la nebulosa
planetaria ESO 577-24 [1]. Esta nebulosa planetaria son los restos de
una estrella gigante muerta que ha expulsado sus capas externas, dejando atrás
una pequeña estrella muy
caliente. Este remanente se irá apagando y enfriando
gradualmente y acabará sus días como el mero fantasma de lo que una vez fue una
inmensa estrella gigante roja.
Las gigantes rojas son estrellas en las etapas
finales de sus vidas que han agotado el combustible de hidrógeno en sus núcleos
y han comenzado a contraerse bajo el asfixiante puño de la fuerza de la
gravedad. A medida que una gigante roja se contrae, la inmensa presión reaviva
el núcleo de la estrella, lanzando hacia el vacío del exterior sus capas más
externas en forma de potentes
vientos estelares. El núcleo incandescente de la estrella
moribunda emite una radiación ultravioleta lo suficientemente intensa como
para ionizar estas
capas expulsadas y hacer que brillen. El resultado es lo que vemos como una
nebulosa planetaria: el fugaz testimonio final de una estrella anciana al final
de su vida [2].