DW-Sandra Weiß.- Normalmente la llegada de ayuda y las evacuaciones de heridos en zonas de conflicto por parte de la Cruz Roja o de Cáritas se hace discretamente. A los políticos no suele interesarles y a los periodistas solo en contadas ocasiones. Muy diferente es el caso de la ayuda humanitaria a Venezuela, que se convirtió el viernes, con el concierto benéfico y la presencia de presidentes de Chile, Paraguay y Colombia, en un espectáculo político y, al mismo tiempo, en un arma de doble filo.
En
las fronteras de Brasil y Colombia se han estado almacenando, bajo la
coordinación de Estados Unidos, toneladas de alimentos, medicinas y artículos
de aseo. Cientos de periodistas llegaron para filmarlas en las últimas
semanas. Y serán llevadas a Venezuela por decenas de miles de voluntarios a
partir del sábado, contra la voluntad del gobernante Nicolás Maduro. Aunque no
está claro exactamente cómo. El objetivo es presionar a Maduro, que ha
arruinado al país, víctima de la corrupción y el desabastecimiento. Su
respuesta fue organizar otro concierto, repartió entre sus seguidores con gran
cobertura de sus medios de comunicación ayuda humanitaria procedente de Rusia y
bloqueó las fronteras movilizando al ejército.
La
controversia en torno a la instrumentalización de la ayuda humanitaria no es
algo nuevo: el cofundador de la organización francesa Médicos Sin Fronteras,
Bernard Kouchner, fue ya un pionero en la utilización de los medios de
comunicación durante las donaciones de la organización en la década de 1980.
"Sin los medios, no se hace ninguna acción humanitaria importante, y estas
a su vez alimentan a los medios", resumió el posteriormente ministro
Kouchner en una entrevista (recogida en el libro 'Celebrity Humanitarianism: The
Ideology of Global Charity', sin versión en español).
Bernard Kouchner fue fundador de Médicos Sin Fronteras y ministro de Exteriores francés. |
El
debate, desatado desde entonces en los círculos profesionales, ha dividido al
mundo de las organizaciones de ayuda: por un lado, aquellas que usan las
recetas de Kouchner y, por lo general, intervienen a corto plazo en crisis de
perfil alto, pasando de un lugar a otro; por otro, aquellas que trabajan a
largo plazo sobre el terreno y han establecido protocolos estrictos como el
Comité Internacional de la Cruz Roja y Cáritas. De hecho, ambas instituciones
han establecido desde el inicio de la crisis económica en Venezuela canales
humanitarios y prestan asistencia de manera discreta: el CICR suministra
insumos médicos a seis hospitales venezolanos y Cáritas ha organizado comedores
benéficos y puntos de venta de medicinas por todo el país, alimentados con
ayuda internacional.
Desde
la adopción de la Resolución 46/182 de la ONU en 1991, los principios de la
ayuda humanitaria incluyen el consentimiento de los estados afectados (o, en
las zonas de guerra civil, de los sectores armados) y el respeto por la
integridad territorial así como una estricta neutralidad. Esto también implica
que la asistencia a los afectados debe llegar sin discriminación política,
étnica o de ningún tipo. Ninguna de las dos condiciones se cumple en el caso de
Venezuela, como dijo el director de Operaciones Globales del CICR, Dominik
Stillhart, en una conferencia de prensa a principios de febrero. La ONU y
Cáritas se suman a esta valoración.
Tensión en el paso
fronterizo de Pacaraima, entre Venezuela y el estado brasileño de Roraima, este
viernes 22 de febrero.
La
ayuda a Venezuela tiene tres problemas fundamentales, a juicio de Andrei
Gómez, cofundador de la ONG colombiana Rodeemos el Diálogo. "La ayuda
ahonda la fractura interna en el país. Usualmente las ayudas humanitarias
tienen que tener el principio de imparcialidad y neutralidad. Segundo, el
mecanismo internacional de operación es USAID a través de una movilización de
soldados de USA y esto parcializa el apoyo hacia un solo lado y despierta
temores por la historia de intervenciones americanas en la región. El tercer
problema es que sin la cooperación del gobierno venezolano que tiene el
control territorial, sería muy difícil que llegue la ayuda de manera
imparcial", dice el también investigador en el America Institute of
University College de Londres.
Gómez
está preocupado también por otra razón: "Podría resultar en un incidente,
podría escalar la tension y justificarse una intervención de EE.UU. si una
agencia de ellos fuera atacada. Esa alianza entre USA y Colombia puede provocar
un conflicto fronterizo bilateral". Que el presidente conservador de
Colombia, Iván Duque, asuma un riesgo tan grande, lo interpreta Gómez en clave
de sus objetivos políticos a largo plazo: "Duque tiene esa visión que
hay que derrotar al castrochavismo internacional, aislar a Maduro y crear un
cambio de régimen para reconfigurar el hemisferio occidental. Son proyectos
ideológicos de largo plazo para consolidar un proyecto neoconservador
hemisférico".
Y
va aún más lejos: "Lo que es difícil de comprender es que el costo
humanitario sería muy alto para Colombia, pero hay muchos intereses en juego.
La economía de guerra se ha visto afectada por el acuerdo de paz, un sector de
los militares se opone y políticos están perdiendo o van a ser llamados a
rendir cuentas. Un conflicto en la frontera ofrece dividendos para esos
sectores".
(lgc/er)