Eroski-PorE. Sánchez.- Después de semanas de convivencia con menores encerrados, muchos padres han tenido un pensamiento recurrente: ¿por qué serán tan inquietos? ¿Tendrán un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad? El exceso de actividad, la falta de atención o las dificultades para controlar los impulsos son algunos de los síntomas asociados al TDAH que, pese a ser uno de los más diagnosticados en niños y adolescentes, no consigue alcanzar el cuórum científico. En el siguiente artículo explicamos cuáles son las categorías de este trastorno y ofrecemos pistas para detectarlo y tratarlo.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se asocia a grandes rasgos con niños que no paran quietos, se distraen con facilidad o tienen dificultades para seguir las normas. Se trata del más diagnosticado del mundo en la infancia y adolescencia y, sin embargo, genera disenso en la comunidad científica, donde cohabitan varias posturas respecto a su conceptualización, origen y tratamiento.
Tres tipos de TDAH
El ‘Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales’ (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, marca la pauta mundial para gran parte de los profesionales a la hora de detectar y tratar esta patología. Asegura que el trastorno se da más en niños que en niñas, con una proporción de dos a uno. Aunque a veces se habla coloquialmente de TDA para referirse a personas que presentan déficit de atención pero no hiperactividad, este término no corresponde en realidad a ningún criterio diagnóstico, recuerdan los especialistas. No obstante, esta guía sí contempla tres subtipos para el TDAH: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado. El psicólogo Rafael Guerrero, profesor de Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, explica las tres categorías.
Niños inatentos. Les cuesta concentrarse, focalizar y atender a estímulos concretos, pero no se muestran muy inquietos ni impulsivos. Es más frecuente en niñas.
Niños hiperactivo-impulsivos. No manifiestan la inatención del primer grupo, pero sí una incapacidad para controlar su conducta y su pensamiento. Son muy impulsivos, los típicos niños que se mueven todo el rato en clase, pero se enteran de todo.
Niños de patrón combinado. Viene a ser la suma de los anteriores. Tienen dificultades para concentrarse y también para controlar sus impulsos: no pueden parar.
Los padres suelen pedir ayuda cuando se encuentran ante uno de los dos últimos grupos, pero el primero es más difícil de detectar, porque no tiene síntomas visibles. “Suele ser la típica alumna que no da guerra en clase y que no es retadora, pero que cuando llega la época de exámenes suspende todo porque no se entera de nada y está en su mundo”, aclara Guerrero. “Esta podría ser una de las razones por la que las niñas pasan más desapercibidas en la detección diagnóstica”, añade Juan Vicente Blázquez, psicólogo general sanitario y orientador educativo. No obstante, Guerrero recuerda que no puede emitirse un diagnóstico como tal antes de los seis o siete años, ya que el TDAH se debe a la inmadurez de una parte del cerebro y este no está lo suficientemente desarrollado previamente como para hacerlo.
El TDAH y la tendencia al conflicto
Aunque no conviene generalizar, el TDAH podría estar detrás de una persona que tiene dificultad para acabar tareas, se muestra ausente o sigue una conducta activa que no le permite ser operativa, afirma Blázquez. Advierte de que, en función de su etapa evolutiva, estas características podrían variar. “Un niño podría tener dificultades para esperar su turno en una fila; una adolescente, lanzar continuas llamadas de atención; y un adulto, encontrar problemas para organizar los tiempos y procedimientos de su vida personal y laboral”, resume. Tengan la edad que tengan, las personas con TDAH sufren al percibirse como diferentes. “Hay muchos matices dependiendo del grado, la estructura social y la personalidad de cada uno, pero podría decirse que comparten el hecho de sentirse incomprendidos e infravalorarse a sí mismos”, añade.
Rafael Guerrero asegura que, si no se detecta y trata a tiempo el problema, “las consecuencias pueden ser terribles, ya que a la persona le faltarán las muletas –metafóricas– para andar por la vida”:
“La investigación demuestra que los niños con TDAH no tienen mejores amigos”, prosigue el experto. “Tampoco suelen ser invitados a los cumpleaños porque molestan, son diferentes o disruptivos”, comenta. Se trata, no obstante, de niños muy inteligentes, por lo que se dan cuenta del aislamiento y les provoca sufrimiento.
No saben gestionar la rabia o el miedo, y eso les genera dificultades para relacionarse.
Su incapacidad para concentrarse afecta al ámbito académico, y eso les causa problemas en casa.
En la adolescencia y edad adulta, una persona con dificultades para planificar o controlar sus impulsos tiene, además, más probabilidades de tener rupturas sentimentales, accidentes, conflictos sociales o –incluso– consumir drogas.
TDAH: cómo detectarlo
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Niñas jugando-Imagen: Getty Images |
Juan Vicente Blázquez, psicólogo general sanitario y orientador educativo, enumera una serie de indicios que pueden inducir a los padres a una primera sospecha: que un niño o niña se muestre descuidado (que no ponga atención en lo que hace), que pierda habitualmente cosas, que le cueste concentrarse, que no respete turnos o que muestre dificultades de aprendizaje. En ese caso, habría que acudir a un profesional sanitario, ya sea un pediatra, psiquiatra infantil, o un psicólogo clínico, ya que muchos de los comportamientos observados podrían no valorarse de forma adecuada. Resulta fundamental buscar consejo profesional en caso de duda, ya que a menudo se patologizan conductas que nada tienen de preocupante, alerta. No incidir en todo esto previamente podría aumentar el número de diagnósticos.
“Un niño o una niña de desarrollo típico corre, juega, chilla, se despista, se cae, se enfada sin control… Cuando todo esto supera de forma significativa lo esperable por edad y se ha dado una verdadera respuesta educativa y familiar de forma constate durante meses, entonces podemos empezar a hablar de TDAH”, advierte Blázquez.
“Tenemos la fea costumbre de transformar rasgos de la personalidad en trastornos”, explica Guerrero, que cita el caso de la timidez, al que se le achaca erróneamente “fobia social” cuando en realidad se trata de algo perfectamente sano. “Si un niño es más movido que los demás en el parque o en clase, no significa nada”, aclara. “Habrá que esperar unos años [a partir de los seis] para ver si se trata de un síntoma de TDAH o comprobar si tiene un desarrollo cerebral más lento. Un diagnóstico requiere un experto, y no puede llevarse a cabo con un simple test”, especifica. Si se intuye que puede haber algún problema, aconseja consultar con un profesional lo antes posible para obtener orientación y poder realizar un trabajo conductual y de hábitos.
TDAH: cómo tratarlo
Aunque –según recuerda Blázquez– el tratamiento que ha demostrado mayor eficacia a partir de los seis años con diagnóstico es la combinación de terapia conductual y farmacológica, enfatiza que “cada caso debe enfocarse según las necesidades específicas de cada niño”. Para Rafael Guerrero, lo esencial a la hora de abordarlo es llevar a cabo una intervención psicológica, tanto con el menor como con sus padres –en la que se trabaje a nivel cognitivo, conductual, emocional y ejecutivo– y explicar bien a la familia en qué consiste el TDAH para que no hagan malas atribuciones a sus hijos; es decir, pensar que los niños son malos, lo hacen a propósito o les toman el pelo.
En este sentido, recurrir a alguna de las asociaciones de ayuda y orientación sobre el TDAH que existen puede resultar útil. “A partir de ahí, existen muchas otras opciones, entre las que se encuentra la farmacológica, aunque ni todos los que tienen este trastorno están medicados ni a todos les funciona bien”, puntualiza. “Quizás haya niños que necesiten un profesor particular, un psicopedagogo o un logopeda”, indica.
Cómo ayudar a un niño con TDAH en casa y en el colegio
Para poder ayudar cada día a un menor con TDAH padres y profesores deben entender bien qué es este trastorno por déficit de atención e hiperactividad, pues solo no puede mejorar su situación
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Escolar TDAH-Imagen: khamkhor |
Hay quien considera que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad no existe. Pero en realidad, solo entendiendo bien qué es el TDAH y en qué consiste, familiares y profesores serán capaces de ayudar a sus hijos y alumnos. En las siguientes líneas te contamos cómo puedes tratar a los menores con TDAH, un trastorno que también se da en adultos.
Cómo ayudar a un hijo o alumno con TDAH
El TDAH se trata de un problema de autogobierno, de una incapacidad para gestionarse a uno mismo. La sociedad piensa que el niño no hace las cosas porque no le da la gana, cuando la realidad es que desea hacerlas, pero no tiene las herramientas. Un estudiante de primaria con TDAH puede tardar de tres a cinco veces más que sus compañeros en hacer la tarea, y pese a ello ser inteligente.
✅ Qué hacer en casa y en el colegio
Los expertos aconsejan establecer rutinas diarias, apoyar de forma visual las acciones que deben realizarse, conceder más margen de tiempo para la realización de tareas, redundar en las explicaciones o potenciar la relajación y el autocontrol. También, reforzar su atención a través de juegos con personas con las que se sientan vinculadas emocionalmente.
❌ Qué hay que evitar hacer con un niño con TDAH
Los castigos, los gritos y las malas maneras no conducen a ningún aprendizaje, solo al miedo. Nunca se les debe señalar como personas. Se puede decir: “hijo, no has hecho bien esto, pero no eres malo”. Debe llegarles el mensaje de que su familia les quiere, tengan o no TDAH, les hagan la vida complicada o no. Padres y profesores deben hacerse cargo y ayudar al menor, ya que solo no puede salir. Un error básico es pensar que la clave para mejorar la situación está en manos del menor, cuando la realidad es que está en las de los adultos.
¿Soy un adulto con TDAH?
Una persona puede descubrir de mayor que tiene TDAH, aunque no es algo que pueda saber haciendo un simple test ni una conclusión a la que pueda llegar por sí misma. Requiere llevar a cabo una evaluación psicológica en un contexto psicoterapéutico, y se trata de algo que requiere tiempo.
Muchos adultos se dan cuenta cuando llevan a sus hijos a consulta y reparan en que ellos han tenido siempre unos síntomas parecidos. “Hoy en día existe mayor conocimiento del TDAH y mayor capacidad de detección en las etapas infantil y juvenil que hace 20 años”, indica Juan Vicente Blázquez, psicólogo general sanitario y orientador educativo. Aun así, si a alguien es diagnosticado en etapa adulta “seguramente haya adquirido hábitos que le hayan ayudado a adaptarse”. No obstante, recalca que, más allá del diagnóstico en sí, lo importante es centrarse en cómo puede este resultar útil a la persona que lo recibe, ya que su función es que se traduzca en mejorar aspectos concretos y prácticos de su vida