Marcia
Andrade, Asesora de género de la MINUSCA Para una mujer es más fácil hablar de
una violación con otra mujer
MINUSCA / Hervé Serefio
La casco azul brasileña Marcia Andrade Braga está desplegada en la misión de la ONU en República Centroafricana (MINUSCA)
ONU- Beatriz Barral.- Marcia
Andrade está desplegada en uno de los peores países del mundo para ser mujer,
la República Centroafricana. Allí, la violencia sexual se ha usado como “instrumento
de intimidación, represalia y castigo” para
aterrorizar a familias y comunidades enteras.
Esta capitán de corbeta brasileña es una de las
pocas mujeres militares que forman parte de la misión de la ONU en el país (MINUSCA).
Allí,
Andrade es asesora militar para cuestiones de género. Desde abril de 2018, ha
ayudado a entrenar a otros militares y a promover que haya más mujeres en las
patrullas que se hacen por todo el país. Esas patrullas mixtas han servido para
recoger más información sobre las necesidades de hombres, mujeres y niños.
Su trabajo le ha valido el premio al Mejor
Defensor Militar de las Cuestiones de Género 2019. “Estoy muy orgullosa
de haber sido seleccionada”, dijo Andrade tras recibir el anuncio. “Las
misiones de la ONU necesitan a más mujeres cascos azules para que las mujeres
locales puedan hablar más libremente sobre los temas que les afectan”.
Hablar con las mujeres para saber qué ocurre en el terreno
La brasileña explica en una entrevista con
Noticias ONU que “la interacción con las mujeres locales y con otras mujeres
militares” es la parte que más le gusta de su trabajo.
“Sin interacción con las mujeres no es posible comprender qué está pasando en
el terreno”.
El Gobierno y 14 grupos armados del país
firmaron en febrero un acuerdo de paz para poner
fin a la violencia que se desató en 2012 cuando estallaron los enfrentamientos
entre la milicia mayoritariamente cristiana anti-Bakala y la coalición rebelde,
principalmente musulmana. Las hostilidades costaron la vida de miles de
personas y dejaron dos tercios de la población dependiendo de la ayuda
humanitaria.
Las mujeres, y los niños, a menudo sufren las
peores consecuencias de los enfrentamientos. “Por ejemplo, los niños no van a
la escuela por presencia de grupos armados, y ellas no pueden ir a las
plantaciones porque tienen riesgo de violencia sexual”, explica.
El último
informe del Secretario General sobre Violencia sexual en
conflicto, que recoge datos de 2017, asegura que ese año la MINUSCA
documentó 308 incidentes de violencia sexual que
afectaron a 155 mujeres y 138 niñas (entre ellas 48 reclutadas por grupos
armados). UNICEF,
en 2017, ayudó a liberar a 3419 niños (1090 niñas y 2329 niños) de los grupos
armados, y la mayoría de las niñas denunciaron incidentes de abuso sexual. Las
menores que regresan a sus hogares embarazadas o con niños suelen ser
rechazadas por sus comunidades, lo que obliga a muchas de ellas a recurrir al
trabajo sexual como medio de supervivencia.
Primero escuchar, después ayudar
Para llegar hasta esas mujeres y niñas, Andrade
sale del cuartel general de la MINUSCA, en Bangui, y visita los diferentes
“sectores” del país. “Organizamos patrullas para ver qué está pasando en esos
sitios, si hay amenazas para las mujeres y los niños. Podemos escuchar y saber
qué pasa. Es el momento de establecer una conexión con las mujeres locales y de
explicarles que estamos para escucharlas y que hay una asesora militar con la
que pueden hablar”.
Gracias a esas charlas, la MINUSCA ha ayudado a
crear, por ejemplo, pozos de agua más cercanos a los pueblos y huertas
comunitarias para que las mujeres no tengan que trasladarse grandes distancias
para conseguir agua y comida exponiéndose a ser asaltadas y violadas.
Lo
más duro de mi trabajo es escuchar los relatos de las violaciones
“Lo más duro de mi trabajo es escuchar
los relatos de las violaciones”, dice la capitán que explica que ese es uno de
los motivos por los que es necesario la presencia de mujeres cascos
azules. “Para una mujer es más fácil hablar de una
violación con otra mujer y es fundamental para obtener información”.
El trabajo de Andrade también consiste en
evitar que siga habiendo denuncias de abusos sexuales cometidos por el personal
de la ONU o sus socios. En 2018, la MINUSCA recibió 18
alegaciones de abusos por parte de sus militares.