Sharpless 2-54 y las nebulosas de Águila y Omega se encuentran a unos 7.000 años luz de distancia —los dos primeros objetos se corresponden con la constelación de Serpens (la serpiente), mientras que el segundo está dentro de Sagitario (el arquero). Esta región de la Vía Láctea alberga una enorme nube de material a partir del cual se fabrican estrellas. Las tres nebulosas indican las regiones de esta nube que se han agrupado y han colapsado, formando nuevas estrellas; la energética luz de estas recién nacidas estelares ha hecho que el gas del entorno emita su propia luz, que adquiere tonos rosados característicos de zonas ricas en hidrógeno.
Credito: ESO.
Edición: Nico Bartmann.
Web y soporte técnico: Mathias André y Raquel Yumi Shida.
Escrito por: Lauren Fuge, Hannah Dalgleish y Richard Hook.
Música: Tim Turusov - Final Light (www.turusov.com).
Imágenes y fotos: ESO, Martin Kornmesser.
Dirigida por: Nico Bartmann y Richard Hook.
Productor ejecutivo: Lars Lindberg Christensen.
La nebulosa del Águila no tuvo que esperar tanto tiempo para que todo su esplendor pudiera ser apreciado. El astrónomo suizo Philippe Loys de Chéseaux fue el primero en descubrir su brillante cúmulo, NGC 6611, en 1745 o 1746 (eso0142). Un par de décadas más tarde, el astrónomo francés Charles Messier, observó este parche del cielo y también documentó la nebulosidad presente, registrando el objeto como “Messier 16”en su influyente catálogo (eso0926).
En cuanto a la nebulosa Omega, de Chéseaux logró observar su resplandor, más prominente, y en 1745 lo registró debidamente como una nebulosa. Sin embargo, dado que el catálogo del astrónomo suizo nunca alcanzó mayor renombre, el redescubrimiento de Messier de la nebulosa Omega en 1764 la convirtió en “Messier 17”, el objeto número diecisiete del popular compendio del francés (eso0925).
Las observaciones a partir de las cuales fue creada esta imagen fueron obtenidas con de VST (VLT Survey Telescope, telescopio de rastreo del VLT) de ESO, ubicado en el Observatorio Paranal de ESO, en Chile. La imagen final, a todo color, fue creada haciendo un mosaico con decenas de fotos —de 256 megapíxeles cada una— tomadas con la cámara OmegaCAM de gran formato, instalada en el telescopio. El resultado final, tras un largo procesado, alcanza los 3,3 gigapíxeles, una de las imágenes más grandes jamás publicadas por ESO.