Cada vez son más los chicos y chicas
de cualquier condición social que ejercen este tipo de violencia.
Las denuncias de padres agredidos por sus hijos han aumentado de manera
extraordinaria: un 300 % en los 10 últimos años. La violencia filio-parental es
el conjunto de conductas violentas reiteradas dirigidas hacia los progenitores
o adultos que ocupan su lugar. Pueden ser físicas, psicológicas (verbales o no)
o económicas. Esta violencia doméstica preocupa y se deben poner medios para
hacerle frente. En las siguientes líneas analizamos el
perfil de los hijos que ejercen este tipo de maltrato y el de los padres y las
madres que lo sufren y explicamos qué hacer en estos casos.
Cómo reconocer al hijo tirano que maltrata
a sus padres
Antes, la violencia filio-parental se
asociaba con trastornos psiquiátricos graves, familias desestructuradas,
maltratos infantiles, violencia de género o problemas con las drogas. Ahora
también, pero, como explica Roberto Pereira, cada vez son más los chicos y
chicas de cualquier clase social que ejercen este tipo de violencia porque se
han acostumbrado a hacer lo que quieren en casa, donde se han convertido en los
reyes, en los tiranos que han encontrado un vacío de poder, lo han ocupado y
utilizan la violencia para mantenerse en él.
Vicente Garrido, criminólogo y
profesor de la Universidad de Valencia, considera en su libro 'Los hijos
tiranos. El síndrome del emperador' que la clave está en "la
naturaleza de la personalidad de estos chicos, que son muy
pobres en su capacidad de sentir emociones morales como el cariño o apego a los
otros, la empatía, la compasión o el sentimiento de culpa. Desarrollan
-prosigue- creencias que les hace verse por encima de las reglas y del derecho
de los padres a corregirles".
Este perfil, sin embargo, no se
mantiene más allá del hogar: inseguros y de autoestima baja, fuera son
aparentemente normales, niños modelo y hasta sumisos. Muchas veces han
sufrido acoso escolar, y maltratan por ello a los
progenitores por no haberles sabido proteger, o han sido excesivamente
protegidos y, al no saber enfrentarse a los problemas por inseguridad, les
culpan de eso.
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Los progenitores maltratados, por su parte, son padres tardíos,
con menos hijos o con uno muy deseado. Por lo general, son sus madres. Tienen
miedo a perder su afecto si se muestran severos o duros, al ponerles límites o
al negarles cosas. Sobreprotectores, inseguros y sin saber ponerse de
acuerdo en la educación de su hijo, se avergüenzan de tener que confesar que su
niño les pega y no saben cómo afrontar esa situación.
No esperar para actuar
Saber decir "no" puede ayudar a prevenir esta violencia. No tolerar
faltas de respeto es vital, como se recomienda en la 'Guía básica de actuación
en situaciones de Violencia Filio-Parental' de Euskarri (Centro de Intervención en
Violencia Filio-Parental): ni un insulto ni un empujón. Si con frecuencia, no
de manera aislada o puntual, tu hijo te descalifica, quita dinero sin permiso o
te agrede, estás sufriendo violencia filio-parental; también si sientes miedo a
molestarle y evitas hacerlo. No es normal, propio de la edad ni de la
adolescencia. No eres culpable. Estás dentro de un problema que tiene solución
(el 80 % de los chicos se reintegran) y que
hay que resolverlo cuanto antes, pues puede ir a más. Pero no puedes hacerlo tú
solo con tu hijo.
Los expertos consultados recomiendan hablar
con alguien de confianza y contactar con los servicios sanitarios o sociales
para pedir orientación y buscar apoyo: asociaciones sin
ánimo de lucro; gobiernos, bienestar social... Deberá ir toda la familia, pues
el problema es familiar. Y si la conducta agresiva puede poner en riesgo tu
integridad o la del resto de la familia, habrá que contactar con la policía y
poner una denuncia. Y aunque resulte difícil, en caso extremo, puedes pedir que
tu hijo abandone la casa y que pase a formar parte de algún programa de
acogida.
Las medidas
judiciales (condenas) que los jueces interponen a los
menores vienen en su ayuda. Son programas de intervención educativa y de ocio
saludable individualizado, a menudo relacionados con el estudio, el deporte o
la prestación de servicios en beneficio de la comunidad, como colaborar con
entidades de ayudas a víctimas de violencia doméstica o participar en talleres
sobre habilidades de competencia social, de comunicación o de desarrollo de la
empatía.