Instancias sudamericanas y
panamericanas, vociferantes actores internacionales y factores de poder como el
Vaticano y la Unión Europea, están abocados al tema, pero varios escollos hacen
difícil el diálogo entre el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro y la
oposición: el referendo revocatorio del mandato presidencial, los llamados
presos políticos, la convivencia entre los poderes públicos, la grave crisis
economía y la presencia y pertinencia misma de los facilitadores.
Hoy el gobierno bolivariano expone un
triunfo y la “normalidad” con que ha asumido las presidencias pro-témpore tanto
de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) como del Mercado Común del
Sur (Mercosur), pese a la revanchista opinión del gobierno paraguayo emanado
del golpe blando a Fernando Lugo.
Sorprende el cambio de actores
protagonistas en la oposición: desaparecieron de las primeras planas el preso
Leopoldo López y su viajante esposa Lilian Tintori, para dar paso al “renacer”
del dos veces frustrado candidato presidencial Henrique Capriles Radonsky al
frente de la campaña por el revocatorio y el verborrágico Henry Ramos Allup,
preferido por los medios por su discurso provocador y permanentemente
contradictorio.
Mientras ambos bandos –gobierno y
oposición desunida- esgrimen permanentemente sus respectivos “puntos de honor”,
en una insoportable guerra de micrófonos que los medios hegemónicos insuflan,
pareciera que para la facilitación del diálogo es necesaria la involucración de
la sociedad venezolana, de forma de alcanzar una negociación política con
compromisos concretos que beneficien a la población.
Shannon:
¿facilitador o entorpecedor?
El representante de Washington Thomas
Shannon –experto en crear expectativas y no llegar a soluciones- señala que “es
un país muy polarizado y la narrativa que ofrecen el gobierno y la oposición
son muy diferentes. Uno se pregunta si está en el mismo país”, tras aclarar que
el diálogo no reemplaza otros canales políticos.