Biopolítica el nombre que da el filósofo francés Michel
Foucault a una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los
procesos biológicos de la población.
Foucault sostiene que la Biopolítica es
efecto de una preocupación anterior del poder político: El Biopoder, que son un
conjunto de estrategias de saber y relaciones de poder que se articulan en el
siglo XVII sobre lo viviente en Occidente.
El geógrafo y politólogo sueco, Rudolf Kjellén, en los años
’20 publicó una serie de escritos que integraban los nuevos saberes, intentando
pensar al Estado como un organismo. Buscando nombres apropiados para las
diferentes ramas de la nueva ciencia política que vislumbraba, acuñó los
términos ‘geopolítica’ y ‘biopolítica’. Este último concepto lo aplicó a la
vida social, a las luchas de ideas e intereses entre grupos y clases que
transcurren en la sociedad[1].
Si bien la idea pergeñada por Kjellén no se coincide con el
uso que le da el filósofo francés, Michel Foucault, la similitud está en
intentar “abordar la realidad política del Estado poniendo entre paréntesis las
categorías jurídicas. Para ambos, la realidad del Estado es, aunque de
diferentes maneras, una forma viviente”[2].
Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la
población son los ejes alrededor de los cuales se despliegan los mecanismos de
poder sobre la vida. La anatomía y la biología, la emergencia del individuo
como inteligibilidad posible y las tecnologías que lo encierran dan cuenta de
un poder cuya función ya no es matar, sino que invadir la vida en su totalidad.
Biopolítica el nombre que da el filósofo francés Michel
Foucault a una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los
procesos biológicos de la población. Foucault sostiene que la Biopolítica es
efecto de una preocupación anterior del poder político: El Biopoder, que son un
conjunto de estrategias de saber y relaciones de poder que se articulan en el
siglo XVII sobre lo viviente en Occidente. Esta modalidad se despliega sobre lo
humano. Primero se pensó en el cuerpo “como máquina: su educación, el aumento
de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de
su utilidad y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y
económicos, todo ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos
de las disciplinas: una anatomopolítica del cuerpo humano”[3].
El surgimiento del Biopoder absorbe el antiguo derecho de
vida y muerte que el soberano detentaba sobre sus súbditos y, en las sociedades
post Revolución Francesa, aspira a convertir la vida en objeto administrable.
Foucault acusa el surgimiento de una tecnología individualizante del poder, que
por medio del análisis de los individuos, sus comportamientos y sus cuerpos,
aspira a producir cuerpos dóciles y fragmentados. En función de esto se inventan
herramientas como la vigilancia, el control, el conteo del rendimiento o el
constante examen de las capacidades.
Este pensamiento vino a cuajar en el siglo XVIII con el
desarrollo de un dominio de saber antes ajeno a las preocupaciones de los administradores
del poder: la demografía. “El desarrollo en el siglo XVIII de la demografía, de
las estructuras urbanas, del problema de la mano de obra industrial, hizo
aparecer la cuestión biológica y médica de las ‘poblaciones’ humanas, con sus
condiciones de existencia, de hábitat, de alimentación, con su natalidad y
mortalidad, con sus fenómenos patológicos (epidemias, endemias, mortalidad
infantil). El ‘cuerpo’ social deja de ser una simple metáfora jurídico-política
(como la que encontramos en el Leviatan) para aparecer como una realidad
biológica y un campo de intervención médica”[4].
La Biopolítica es heredera de esta preocupación y nueva
forma de gestión por parte del poder político. Foucault sitúa su emergencia a
mediados del siglo XVIII y acusa que es un procedimiento que se dirige al
cuerpo-especie, abriendo para el gobierno de los cuerpos una biopolítica de la
población”[5]. Se instauran así una serie de mecanismos y técnicas sobre lo
social que buscan el cuidado de la vida bien gestionada.
Foucault sostiene que dicha inteligibilidad busca “tomar en
gestión la vida, los procesos biológicos del hombre-especie, y asegurar no
tanto su disciplina como su regulación (…) Más acá de ese gran poder absoluto,
dramático, hosco, que era el poder de la soberanía, y que consistía en poder
hacer morir, he aquí que aparece, con la tecnología del biopoder, un poder
continuo, científico: el de hacer vivir”[6].
EL NACIMIENTO DE LA
BIOPOLÍTICA
En el libro “El nacimiento de la biopolítica” (FCE), se
integran las clases impartidas por el filósofo francés en el Collège de France
entre 1978 y 1979. La compilación fue editada por Michel Senellart y se aboca a
lo que Foucault denomina el arte de gobernar, que es la “manera meditada de
hacer el mejor gobierno y, también, al mismo tiempo, la reflexión sobre la
mejor manera de posible de gobernar”[7].
“Querría determinar de qué modo se estableció el dominio de
la práctica del gobierno, sus diferentes objetos, sus reglas generales, sus
objetivos de conjunto para gobernar de la mejor manera posible. En suma, es el
estudio de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de
la soberanía política”[8]- comenta Foucault al comienzo del libro.
A contrapelo de los universales historicistas, se propone
“no interrogar los universales utilizando la historia como método crítico, sino
a partir de la decisión de la inexistencia de los universales para preguntar
qué historia puede hacerse”[9].
Foucault también analiza el instrumento intelectual a partir
del cual desde el siglo XVIII el Estado es obligado a autolimitarse: la
economía política. Desde ese
“No es la sociedad mercantil la que está en juego en este
nuevo arte de gobernar (…) La sociedad regulada por el mercado en la que
piensan los neoliberales es una sociedad en la que lo que debe constituir el
principio regulador no es tanto el intercambio de las mercancías sino los
mecanismos de la competencia. Son estos mecanismos los que deben tener el
máximo de extensión posible, los que deben ocupar el mayor volumen posible en
la sociedad. Es decir que lo que se trata de obtener no es una sociedad sometida
al efecto mercancía sino una sociedad sometida a la dinámica de la competencia.
No es una sociedad de supermercado sino una sociedad de empresa. El homo
economicus que se quiere reconstituir no es el hombre del intercambio, tampoco
el hombre consumidor; es el hombre de la empresa y la producción”[10]. punto el
filósofo emprende el análisis de las formas de esa gubernamentalidad liberal.
LA PARRESÍA Y LA
RETÓRICA
“El Coraje de la verdad”, por su parte, (FCE) reúne las
clases del último curso que dictó Michel Foucault en el Collège de France,
entre febrero y marzo de 1984, año en el que profundiza los análisis llevados
en el curso “El gobierno del sí y de los otros”.
Ya en la primera clase, Foucault dice que le resulta
interesante “analizar, en sus condiciones y sus formas, el tipo de acto
mediante el cual el sujeto, al decir la verdad, se manifiesta, y con esto
quiero decir: se representa a sí mismo y es reconocido por los otros como
alguien que dice la verdad”[11].
Si bien es un análisis que corona su trayectoria teórica
centrada en el análisis de las relaciones de poder, de la emergencia de
dispositivos de control social y de sujeción, de mecanismos de subjetivación y
de producción de verdades, “El coraje de la verdad” apuesta por revisar lo que
significa el “decir veraz” en política tomando distancia del platonismo y su
mundo trascendente de formas inteligibles, y acercándose más al cinismo antiguo
desplegado como filosofía práctica.
En esta obra vemos a Foucault en un trabajo de hermenéutica
con la filosofía clásica griega. Como en gran parte de su obra, vuelve sobre
los tópicos de los modos de veridicción, los modos de decir la verdad en el
parresiasta, el sabio, el profeta y el docente. En la analítica de Foucault
aparecen Alcibiades, el interrogatorio socrático, el autoexilio de Heráclito o
la interpelación de Isócratres a Nicocles. “Creo que, desde la cultura griega,
el sujeto que dice la verdad adopta esas cuatro formas posibles: o es el
profeta, o es el sabio, o es el técnico, o es el parresiasta”[12].
Contrapone la parresía a la retórica, la que acusa de “no
implicar ningún lazo del orden de la creencia entre quien habla y lo que éste
enuncia”[13]. A si juicio, en dicha práctica discursiva “se deshace el lazo
entre el que habla y lo que dice”, en cambio la parrhesía “establece, pues,
entre quien habla y lo que dice un lazo fuerte, necesario, constitutivo, pero
abre bajo la forma del riesgo el vínculo entre el hablante y su
interlocutor”[14].
Para Foucault la parrhesía es algo muy distinto a una
técnica o un oficio, sino que una actitud, una manera de ser emparentada con la
virtud.
Como muy bien lo dice el título del libro, Foucault entiende
la parrhesía como “el coraje de la verdad en quien habla y asume el riesgo de
decir, a pesar de todo, toda la verdad que concibe, pero es también el coraje
del interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad ofensiva que
escucha”[15].
Su horizonte es interrogar, como en casi todos sus escritos
anteriores, los regímenes de verdad; las relaciones entre verdad, poder y
sujeto.
NEOLIBERALISMO Y
BIOPOLÍTICA
“Michel Foucault: Neoliberalismo y biopolítica”, editado por
Vanesa Lemm (Ediciones Universidad Diego Portales), congrega a estudiosos de la
obra foucaultiana de diversas nacionalidades, quienes retoman, revisan y
rearticulan desde distintas disciplinas sus proposiciones referidas a las
nuevas formas de gubernamentalidad.
Lemm parte por aclarar que “los nuevos dispositivos de poder
se basan en una forma de racionalidad política que toma sus criterios a partir
de nuevos campos de objetos que se encuentran al exterior del Estado: la
economía política y el sistema del derecho. Este saber/poder antisoberano no
persigue más reinar sobre sujetos que tienen su estatus o privilegios
diferenciados, sino que quiere gobernar sobre una pluralidad de hombres que
forma una población. A esta nueva configuración de saber/poder Foucault le
llama gubernamentalidad”[16].
El libro se estructura en cinco capítulos que congregan a
los investigadores. Están dedicados a la gubernamentalidad neoliberal; a las
relaciones entre el neoliberalismo, la economía y la ley; a los nuevos
dispositivos de seguridad; a la construcción de un sujeto revolucionario; y a
una biopolítica afirmativa: productividad y creatividad de la vida.
Según cuenta Lemm, los ensayos de la primera parte del libro
se preguntan ¿qué nuevo tipo de legitimidad y de derechos tiene el sujeto
viviente? O ¿cómo hace la forma neoliberal de gobernar para proteger, asegurar,
potenciar la vida de aquellas poblaciones más marginales de la sociedad? Y
sobre ¿qué significa potenciar la vida y el cuerpo de cada uno en la lógica
neoliberal caracterizada por la privatización de la seguridad social y el ideal
de ser empresarios de sí mismo?
Al asumir que la seguridad neoliberal no quiere decir
ausencia del riesgo, sino más bien cálculo del riesgo. Lemm parafrasea al
filósofo Carlos Marx en su tesis que decía que todos los derechos liberales se
pueden resumir en el derecho a la seguridad.
A la hora de referirse a las resistencias posibles a las
subjetivaciones y los dispositivos de control de esta nueva forma de poder,
Lemm invita a revisar a las dos últimas partes del libro “debido al hecho de
que estas formas de poder constituyen ellas mismas la subjetividad del sujeto
en tanto sujeto obediente a normas que parecen originarse desde su propio
interior o naturaleza, y por tanto difícilmente identificables como formas de
represión u opresión, la cuestión de la resistencia en regímenes neoliberales
es más que nunca actual y necesaria”[17].
BIOPOLÍTICAS DEL SUR
“Biopolíticas del Sur”, editado por Isabel Cassigoli y Mario
Sobarzo (Arcis ediciones), reúne varias ponencias del Primer y Segundo Coloquio
de Biopolítica, realizados en 2007 y 2008. Tal como dicen sus editores, se
trata de “increpar el régimen de verdad de los saberes, sino también –y este
sería el plus del libro- el modo en que los saberes operan, intervienen y
constituyen ‘la cuestión social’”.
Articulado en torno a matrices conceptuales que arrancan
desde el pensamiento foucaultiano abarcan temas como las matrices conceptuales
de la biopolítica, economía, territorio y población, dispositivos
educacionales, los medios y el espectáculo del poder y soberanía y estados de
excepción.
La recopilación conecta con los trabajos de Foucault. Uno de
los autores, Edgardo Castro, se lanza a entender cómo el filósofo francés
entiende el liberalismo: “El liberalismo no es para Foucault fundamentalmente
una doctrina económica y tampoco lo es la noción de mercado, sino una
racionalidad política, gubernamental, que surge en el Occidente moderno en
relación con la forma que tomó la soberanía estatal en la época de la Razón de
Estado, durante los siglos XVII y XVIII, y que se reformuló a mediados del
siglo XX en relación con la necesidad de legitimar y construir una nueva forma
de soberanía luego de la derrota de la Alemania nazi”[18].
Castro destaca que para Foucault el mercado durante la Edad
Media y hasta el siglo XVII, funcionó como un lugar de justicia, o sea, de
reglamentación acerca de los productos, sus tasas, el justo precio; con el
liberalismo el mercado será un lugar de producción de la verdad. “Es la
supuesta naturalidad del mercado, en efecto, la que permite discernir entre las
prácticas correctas o incorrectas de gobierno”[19]- sostiene Castro
parafraseando al autor francés.
Damián Pierbattisti añade que “los dispositivos de seguridad
y los mecanismos disciplinarios constituyen los dos grandes ejes de una
doctrina de gobierno cuya característica reposa sobre la producción permanente
de las libertades”[20].
Marco Valencia, por su parte, acerca las nociones de
biopolítica a las políticas de vivienda y espacios urbanos en Chile. Revisando
las políticas de vivienda desde la Ley de Habitaciones Obreras de 1906, hace un
recorrido por los proyectos CORVI de los ’60 y ’70, alineados con la estrategia
nacional desarrollista. “La ciudad como estructura simbólica de la renovación
social se constituyó en un claro campo de acción para los discursos
desarrollistas (…) Una retórica de poder y deseo, una forma de asegurar
legitimidad pero también de impulsar integración. La ciudad y su arquitectura
como dispositivos de persuasión social, como elementos de seducción del nuevo
paraíso modernista”[21].
Valencia se coloca en el Santiago de 1973, lugar que a su
juicio es un momento de inflexión de “una curva que comienza a ascender desde
la ciudad industrial de la CORFO hasta alcanzar el punto más alto de
integración urbana al consumo de las “masas”, con los regímenes nacional
populares. Es nuestro 68 chileno, el principio y el fin de una era. Donde los
profetas desarmados de la UP vieron que nacía la ciudad del hombre nuevo, no
sabían que estaban viviendo ya el ocaso de un modelo urbano asociado al Estado
regulador y al crecimiento de la producción y de la redistribución bajo
patrones fondistas keynesianos”[22].
Punto de inflexión y comienzo de una nueva ciudad, diseñada
ahora por el poder extremado de una dictadura militar neoliberal. Valencia
resalta la imagen de la llama de la libertad y el altar de la patria
inaugurados en 1975. Esta nueva monumentalidad de la dictadura “se posan en el
viejo paisaje del eje cívico, frente al Palacio de La Moneda, representando la
restauración del orden y la disciplina entre la calle Bulnes y La Moneda en
ruinas”[23].
Por su parte, Paula Aguilar firma un lúcido trabajo sobre el
discurso y la praxis de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
(Usaid) a la luz de las nociones de Foucault sobre población, dando cuenta que
en la inteligibilidad dada a los denominados ‘Estados fallidos’, se lanza una
“compleja trama de fórmulas de control y resistencia territorial. El discurso
sobre el terrorismo lleva como contraparte la capacidad de intervenir
humanitariamente en cualquier lugar en que sea necesario”[24].
Aguilar hace ver que “la definición de los riesgos planteada
por la USAID estipula que cualquier población vulnerable es potencialmente
disruptiva para la seguridad nacional (de Estados Unidos)”[25].
Otra avenida que permite el pensamiento de Foucault es su
aplicación en el análisis de los movimientos sociales y las prácticas de
resistencia. Iván Pincheira apunta que “en el Chile de la postdictadura se ha
pasado de las doctrinas de la ‘seguridad nacional’ a las ‘doctrinas de la
seguridad ciudadana’, nuevo dispositivo discursivo, corpus doctrinario
polarizador del entorno social”[26].
Pincheira concluye que “el nuestro ya no es el tiempo en que
los dispositivos de control se ejecutan privilegiadamente en los espacios de
encierro, sino que fundamentalmente en los espacios abiertos; de la circulación
y el acontecimiento. Es acá donde el capitalismo tiene el imperativo, antes de
producir cosas, de producir sujetos. Que logre o no producirlos a la exacta
medida de sus requerimientos es, justamente, lo que configura las luchas
sociales contemporáneas. Será, por tanto, en este lugar, el de las ‘formas de
vida’, donde se configura el campo de lucha, de la táctica y la
estrategia”[27].
Por Mauricio Becerra
Rebolledo -
|
@kaleidoscop
El Ciudadano
NOTAS:
- [1] Un análisis detallado de esto se halla en Castro,
Edgardo: Biopolítica: orígenes y derivas de un concepto. Publicado en Cuaderno
de Trabajo #1 Biopolítica, gubernamentalidad, educación, seguridad. III
Coloquio Latinoamericano de Biopolítica, septiembre de 2011. Unipe, Buenos
Aires.
- [3] Foucault, Michel: Historia de la Sexualidad. Vol. I La
voluntad de saber. Siglo XXI Editores. Vigésimo cuarta edición, 1996. Pág. 168.
- [25] Aguilar, Paula: Seguridad, territorio (s) y población
(es): Apuntes para pensar las formas políticas de la intervención en América
Latina. En Biopolíticas del Sur. Pág.171.
- [26] Pincheira Torres, Iván: Del miedo y la seguridad; a las
luchas ético/estéticas en el Chile de hoy. En Biopolíticas del Sur. Pág. 286.