EROSKI CONSUMER. -Por MONTSE ARBOIX. - Creencias muy arraigadas en determinados grupos sociedad, algunas sin fundamento científico, condicionan la vida sexual de muchas personas, hombres y mujeres, de todas las edades.
Y, además, no están exentas de peligro. Aunque en la actualidad se habla mucho de sexo, hay mucha desinformación al respecto. Tampoco toda la información que circula por Internet es la más apropiada o correcta, como sucede en muchos foros, portales o blogs sin acreditación.
1. "La primera penetración duele y sangra". Falso. Hay dos razones por las que puede doler la primera vez (o la última) que la mujer vive una penetración: no estar suficientemente excitada o estar nerviosa o con miedo. Si a la mujer se le ha contado que la primera vez duele, cuando sienta molestias, en lugar de tomarlo como un aviso de que algo no va bien y hay que parar, la penetración continuará y las molestias pasarán a dolor, y se hará realidad lo esperado. En cambio, si le dijeran que no tiene por qué doler, que ella decide, es seguro que en el momento de sentir las primeras contrariedades se detendría, ya sea para prolongar los preliminares hasta que la excitación sea la adecuada o hasta conseguir un estado más tranquilo y confiado -y saber que si no va bien se para, ayuda mucho- con lo que, al intentarlo de nuevo unos minutos después, el resultado sería muy diferente. Por otra parte, mucho se ha contado sobre que el dolor está asociado con la rotura del himen. Sin embargo, salvo un mínimo porcentaje de mujeres cuyo himen es lo bastante rígido como para notarlo, en la mayoría no tiene ninguna relación con el dolor de la primera vez.
La idea de que solo los demás pueden proporcionar placer, que depende de lo que a uno le hagan, está muy arraigada2. "El tamaño del pene influye en el placer de la mujer". Falso. El tamaño no importa. Hay una diferencia fundamental entre la sensibilidad del pene y la de la vagina que muchos -hombres y mujeres- ignoran y que da pie a esta idea falsa: así como el pene es todo sensible -algunas zonas más que otras-, el interior de la vagina es insensible, salvo los dos o tres primeros centímetros y algún punto concreto, solo en algunas mujeres. Por lo que la largura del pene no aporta o resta placer. En cuanto a la anchura del pene, cuando la mujer está lo suficientemente excitada, su vagina se adapta al pene como un guante, aparte de su grosor.
3. "Cuando el hombre está excitado, no puede parar y tiene que eyacular. Interrumpir el proceso provoca un dolor terrible de testículos". Falso. Cualquier persona, hombre o mujer, puede detener una relación aunque esté muy excitada. Otra cosa es que quiera.
4. "Tener un gran número de eyaculaciones, por relaciones sexuales o por masturbación, provoca trastorno mental en los hombres". Falso. Cabe recordar que la masturbación se eliminó de la lista de los trastornos mentales pasados los años 50, y se creía que era la causa de convulsiones y locura.
5. "Hay mujeres que no sienten placer nunca". Falso. Todas las personas son sexuadas, es decir, tienen la capacidad de sentir placer. Encontrar cuáles son las condiciones para que una en concreto pueda conectar con esta capacidad puede ser una interesante y apasionante aventura de exploración y conocimiento.
6.
"Los hombres tienen una cantidad determinada de semen, que si se
gasta de joven, puede acabarse y no ser capaz de procrear en la
adultez". Falso.
En el hombre sano, el semen no se termina y sigue generándose a lo
largo de su vida, aunque por diversos factores puede disminuir la
cantidad media.
7.
"Con la regla, no se puede quedar embarazada". Falso.
No todas las mujeres tienen un ciclo menstrual regular y es muy
difícil concretar en qué momento ocurre la ovulación. Por otra
parte, son muchos los factores (cambios de hábitos, factores
emocionales, estrés, etc.) que pueden adelantar o retrasar la
ovulación y, en ciclos muy cortos, hasta hacerla coincidir con la
regla.
8.
"Cualquier encuentro sexual que no finalice con el orgasmo de
los dos miembros es un desastre". Falso.
El orgasmo se ha erigido, para muchas personas, en la unidad con la
que medir el placer y disfrute en una relación sexual. Sin embargo,
la mayoría ha podido tener la experiencia de relaciones en las que
no hubo orgasmo pero sí mucho placer y disfrute, y no solo físico,
y otras en las que sí, hubo orgasmo, pero no pasarán a la historia.
9.
"La responsabilidad del acto sexual es del hombre: él debe
saber qué hacer y tomar la iniciativa" o "El placer lo da
la otra persona, no depende de uno". Falso.
La idea de que solo los demás pueden proporcionar placer, que
depende de lo que a uno le hagan, está muy arraigada. El encuentro
sexual es cosa de dos y no hay establecido que alguien deba tomar un
determinado rol. Al contrario, sería deseable que, según el
momento, cada cual se permitiese tomar la iniciativa o dejarse
llevar. En todo caso, la responsabilidad de lo que ocurre en un
encuentro sexual es de las dos personas que intervienen. Por eso es
tan importante que cada cual se haga cargo de sí mismo, de su
placer, sugiriendo, proponiendo o dejándose llevar según el
momento. El placer depende más de cómo está uno que de lo que le
hacen.
10.
"Al llegar a cierta edad, la vida sexual del hombre se termina.
Y todos están destinados a sufrir impotencia". Falso.
Aunque a cuantos más años se cumple, más probabilidad de sufrir
enfermedades como la diabetes que puedan alterar esta esfera -a
veces, más secundario al tratamiento farmacológico que por la
propia patología-, no es una condición sine
qua non del
envejecimiento. A pesar de que la vida sexual no tiene por qué ser
igual que a los 20 años, depende en gran medida de la que uno haya
tenido a lo largo de su vida; y cuanto más placentera haya sido,
mejor.
11.
"Al llegar a la menopausia, la mujer pierde atractivo sexual, le
disminuye la apetencia o, incluso, le desagrada los
encuentros". Falso.
El factor edad es muy importante, tanto en hombres como en mujeres,
sobre todo a partir de los 50 años. A menudo, la mujer debe luchar
contra determinada imagen social por desear y disfrutar de los
encuentros sexuales. Esta imagen, que se viene arrastrado de antaño,
coarta el derecho al disfrute de la mujer, de tomar ella la
iniciativa. Incluso en la propia intimidad de la pareja, muchas
mujeres no se creen con el derecho a disfrutar o a sentirse libres de
expresar sus deseos y fantasías. Todavía persiste la idea de que
pedir algo de forma directa, incluso en el seno de una pareja
estable, es brusco, sucio o poco sutil.