Dime a dónde va el dinero y te diré si cumplirás tus metas climáticas


Periodista y divulgadora especializada en temas ambientales. Cronista en Fundación Avina y colaboradora en Sobre La Tierra (revista de divulgación científica de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires). Rosarina y vegana

Análisis de casos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua, México, Paraguay y Perú.

Foto- David Arango
América Latina es una región de una gran diversidad natural y cultural. Sin embargo, dentro de esa diversidad, la región comparte muchos patrones que se manifiestan de diversas maneras en cada país: una naturaleza exuberante, dos lenguas dominantes que esconden a más de cuatrocientas originarias, un pasado común de conquista, una matriz productiva basada en los productos primarios y un horizonte que todavía no refleja con claridad cómo va a resolver las grandes desigualdades y carencias que enfrentan sus pueblos. Y, dentro de este panorama, América Latina también comparte otra característica: es una región altamente vulnerable al calentamiento global.
Con el propósito de reunir miradas y reflexiones sobre este tema, un grupo de 20 periodistas de toda la región se reunió en octubre en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber, en Panamá, para hacer parte del Laboratorio de Producción Periodística: la ruta del dinero para el cambio climático en América Latina.
En la jornada de cinco días participaron periodistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Colombia, Perú, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, México y Honduras, quienes recibieron conocimientos sobre asuntos medio ambientales y herramientas para el seguimiento de los recursos asignados a las políticas para hacer frente al cambio climático
El laboratorio de Producción Periodística fue organizado por CONNECTAS, en alianza con la Fundación Konrad Adenauer Stiftung – Kas – y Climate Tracker. Como producto final los periodistas realizaron un análisis sobre la situación de cambio climático en sus paises y la estrategias adoptadas en cada uno para hacer frente a este fenómeno. 
Desde la adopción del Acuerdo de París a la fecha, los 33 estados latinoamericanos han firmado el acuerdo y 32 han presentado sus Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC por sus siglas en inglés). Las NDC establecen los compromisos de los países, tanto de reducción de emisiones como de la vulnerabilidad de los territorios ante los impactos del cambio climático. El cumplimiento de estos objetivos depende, en buena medida, de contar con recursos financieros. Y este es uno de los puntos más álgidos del Acuerdo de París: quién tiene que poner esos recursos, en qué medida y quién los tiene que recibir.
Gráfico 1: Principales fuentes de cooperación
internacional  para América Latina y el Caribe.
Fuente: climatefundsupdate.org
¿Dónde se ubica América Latina dentro de esta discusión? ¿Cuáles son las estrategias desarrolladas por cada país para cumplir con las metas asumidas bajo el Acuerdo de París? Y, finalmente, ¿qué tan cerca estamos de cumplir esas metas, teniendo en cuenta que el año crítico es el 2030? El análisis de diez países de la región podrá dar un pantallazo acerca de dónde estamos y hacia dónde vamos.

Donde está el dinero están las prioridades

Entre las muchas características que comparte la región, el destino del financiamiento climático es una constante que se repite entre las diversas naciones. En efecto, en 7 de los 10 países analizados, el sector energético está entre los principales destinos de los recursos financieros asignados a cambio climático. Otros grandes destinatarios de estos recursos son la agricultura y la conservación de bosques nativos. En especial, esos sectores son prioritarios para aquellos países con gran extensión territorial, como Brasil, Argentina, Colombia y México.
En una observación más detallada, estos mismos sectores son, a su vez, las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. Y esto es el reflejo de una problemática, que si bien tiene diferentes manifestaciones en cada país, es común a toda la región: las altas tasas de deforestación y pérdida de bosque nativo y los cambios en el uso del suelo. Esto, combinado con la presencia casi irrestricta de las industrias extractivas, resulta en un cóctel explosivo que pronto terminará por evidenciar su insostenibilidad.

Desentrañando las finanzas del cambio climático

El financiamiento climático es una demanda central para América Latina, ya que es una de las principales necesidades que enfrenta a la hora de implementar sus metas climáticas. Pero, a pesar de tener una importancia central a la hora de asegurar el cumplimiento de las metas nacionales, tan solo Chile, Colombia y México cuentan con estrategias de financiamiento climático como políticas de estado. Pero, además, una mirada más minuciosa a las estrategias de financiamiento da cuenta de que, en muchas ocasiones, el problema no es tanto la falta de recursos sino de voluntad política.
Dentro del mapa global de emisiones de gases de efecto invernadero, América Latina contribuye con apenas el 5 por ciento de las emisiones mundiales. Sin embargo, es una región altamente vulnerable a los efectos del cambio climático y que requiere de recursos para lograr los objetivos establecidos en las NDC de cada país. A pesar de estos dos hechos, tan solo 5 países latinoamericanos se encuentran entre los principales 20 destinatarios de fondos provenientes de la cooperación internacional.
¿Cómo, entonces, América Latina financia su acción climática? Los países principalmente la financian con fondos provenientes de sus presupuestos nacionales, y ese monto define los compromisos no negociables. En sus NDC, los países en vías de desarrollo, que son los receptores de fondos internacionales, establecen dos tipos de metas: las metas incondicionales y las condicionales. La diferencia entre ambas está, básicamente, en el financiamiento: las incondicionales se financian con fondos nacionales y las condicionales dependen de la recepción de fondos de cooperación internacional.
Gráfico 2: Principales receptores de financiamiento climático en el mundo. Fuente: climatefundsupdate.org

Mal de muchos

Los puntos de coincidencia entre los distintos países de América Latina no se agotan en lo vinculado a los recursos naturales. Los problemas que enfrenta a la hora de financiar e implementar acciones climáticas también se parecen mucho.
Un gran problema de la región, que muchas veces brilla por su ausencia en las discusiones sobre financiamiento climático, es todo lo relacionado con los recursos destinados a financiar las acciones que generan el problema. Se trata, por ejemplo, de subsidios a las energías fósiles, a la agricultura extensiva, a las industrias extractivas y a los sectores más contaminantes.
América Latina, lejos de encarar una transición hacia un modelo de desarrollo basado en energías renovables y una economía circular, todavía destina grandes cantidades de recursos a los sectores más problemáticos. Y, además, todos los países muestran una clara falta de voluntad política para frenar las causas del problema. Los grandes biomas de la región están bajo amenaza, las tasas de deforestación crecen cada año a niveles alarmantes, enormes extensiones de bosques nativos se encuentran hoy degradadas. Y la degradación continúa.
Por otro lado, la falta de mecanismos de transparencia, la opacidad y la discrecionalidad en la asignación de fondos públicos es otro de los problemas comunes a la región, aunque a este respecto hay que mencionar que todos los países de este análisis cuentan con una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. Un factor importante es que la institucionalidad, con frecuencia, termina en letra muerta. Las incipientes democracias latinoamericanas están, en mayor o menor medida, atravesadas por la impunidad y la corrupción hasta un punto crítico. Los cimientos, la credibilidad del propio sistema democrático está en crisis. Y el cambio climático no es ajeno a esa crisis.
Existen también otros problemas que se observan en las distintas latitudes de la región y que obstaculizan la implementación de las acciones climáticas. La burocracia y la falta de sistemas ágiles y modernos en la administración pública. La falta de articulación entre las distintas instituciones que manejan fondos destinados a cambio climático. La falta de mecanismos de monitoreo y rendición de cuentas. Y, finalmente, en muchos casos se observa la falta de una visión a largo plazo que trascienda a los gobiernos de turno y que convierta las políticas para el cambio climático en verdaderas políticas de estado.

Y entonces, ¿hacia dónde vamos?

América Latina es una región atravesada por los contrastes y, muchas veces, las contradicciones. En las últimas décadas, ha habido un enorme progreso en materia institucional para integrar el problema del cambio climático en las agendas nacionales. Todos los países han firmado el Acuerdo de París. Todos tienen compromisos climáticos asumidos con estatus de leyes. Todos están incorporando estrategias nacionales, en mayor o menor medida, para enfrentar la crisis que ya está instalada y para prevenir la amenaza que se cierne sobre el mundo. Pero, a la vez, todos esos esfuerzos corren el riesgo de licuarse por las acciones que van en el sentido contrario y que hoy día dirigen el rumbo del modelo de desarrollo actual.
La cuestión del financiamiento es central, porque los recursos son indispensables para implementar acciones climáticas. Pero, además, el financiamiento climático y ambiental es un termómetro que mide las prioridades de los países y el nivel de su compromiso más allá de la institucionalidad. El cambio climático, en este sentido, es una oportunidad para reformular, no solo el modelo de desarrollo, sino también la institucionalidad. En efecto, la sociedad civil informada y empoderada será la mejor guardiana de los recursos financieros. Y será a partir de las grandes demandas sociales que se podrán implementar las acciones climáticas que, en definitiva, son acciones que a la corta y a la larga garantizarán el bienestar y la seguridad de los pueblos.

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