El pasado 10 de mayo extremistas albaneses atacaron la
ciudad macedonia de Kumanovo: ocho policías y un civil murieron.
Para el 17 de
mayo la oposición del país planea una protesta en la capital, Skopie, para
reclamar la dimisión del primer ministro, Nikola Gruevski. Se quejan de la
inestabilidad económica, la corrupción y ahora también de los ataques
terroristas.
Banderas albanesas hondean en las calles de la ciudad
macedonia de Tetovo, de mayoría albanesa. La población aquí es mixta, las dos
etnias han aprendido a vivir juntas y compartir su día a día. "Yo soy de
aquí y veo una gran diferencia entre lo que pasaba en 2001 y ahora. El pueblo
ahora sabe que no hay sitio para los terroristas y que deben vivir todos
juntos. Eso vale no solo para Macedonia sino para todos los Balcanes",
asegura un joven habitante de la ciudad.
En enero de 2001 miembros del grupo autodenominado Ejército
de Liberación Nacional (ELN), calificado por la ONU como grupo terrorista,
empezaron a atacar a las fuerzas de seguridad macedonias. El conflicto duró
casi un año. Finalmente se llegó un acuerdo —el acuerdo de Ohrid— que
establecía un alto el fuego y según el cual los albaneses, que constituyen
alrededor del 25% de la población, obtuvieron más derechos y prometieron a
renunciar cualquier demanda separatista, mientras que los insurgentes albaneses
se comprometieron a desarmarse.
La población, independientemente de su pertenencia étnica,
confirma que en el país reina un ambiente de unidad, pero no puede esconder sus
preocupaciones. "Es normal tener miedo cuando escuchas que matan a gente,
que mueren policías. Lo que ha pasado en Kumanovo es parecido a una guerra,
parece que estemos al borde de un enfrentamiento y eso sería horrible",
comenta un estudiante local.