POR CARLES RULL. -
20MINUTOS. - Brockes le había preguntado al veterano actor, por ejemplo, “qué
pensaba acerca de los banqueros”, los que en los últimos tiempos se habían
hecho los amos y señores del barrio de Tribeca, lugar que acoge y da nombre al
Festival de Cine neoyorquino y que él mismo había ayudado a cofundar; o “si le
costaba no actuar con el piloto automático puesto en el set de rodaje”. Pero De
Niro, como es sabido, hombre de pocas palabras en actos públicos y entrevistas,
se mantuvo firme en su respuesta. Todo se trataba de “Inferencias negativas”.
Así que le solicitó que apagara la grabadora y se levantó de la silla. El actor
estaba sumido, según la entrevistadora, en una especie de episodio de “locura”
mirando a la puerta de salida, como deseando que apareciera algún responsable
de comunicación para que le sacara inmediatamente de allí. Sí, pero “¿qué hay
de los banqueros?” y del “piloto automático”, intentó proseguir Brockes. Ya no
hubo manera. “No voy a seguir, querida. Probablemente ni te estés dando cuenta
de lo que estás haciendo, de tu negatividad” le contestó De Niro.
Ella reconoció haber
pasado por los lógicos momentos de apuro y nerviosismo, y disculpó al actor
asegurando que “siempre había sentido simpatía por él”, que comprendía la
presión y el cansancio que debía sentir respondió durante horas y horas siempre
a las mismas preguntas que formulan los periodistas. “¿Quién querría estar
obligado por contrato a hacer esto?”.
Y en estos días las
palabras de De Niro me han acompañado, resonando día y noche, dentro de mi
cabeza: “inferencias negativas”.
Habrá quien piense que
el actor, a sus 72 años, pudiera estar afectado por algún tipo de demencia
senil. Pero, diantre, estamos hablando del tipo que enmarcó actuaciones
prodigiosas en Taxi Driver, Toro salvaje o Casino. Alguien además que nos habla
desde la perspectiva de la experiencia. Así que, igual tendrá razón. De Niro
estaba lanzando un mensaje sobre la excesiva negatividad de nuestras
conclusiones y pensamientos. Estamos envueltos por el pesimismo y la fatalidad.
La periodista hubiera
debido de formular las preguntas de otra manera. Por ejemplo, “Admiro que
después de tantos años y películas aún siga usted capaz de sorprendernos en
cada nueva interpretación? ¿Cómo lo consigue?” (esto implicaría una conclusión
positiva, porque alaba un hecho en lugar de sugerir que algo, quizá, puede
estar haciéndose mal); o “¿el tener a tantos banqueros instalados en Tribeca
como beneficiará al barrio y al festival? (se trataría de darle la vuelta a la
tortilla, se puede obtener beneficio de esa situación). Esto sí serían
inferencias positivas. Buenas vibraciones. Y deberían ir acompañadas de
titulares igualmente positivos para que todos nos sintamos más felices y mejor.
Nos ayudaría a levantarnos y acostarnos con la cabeza menos llena de
preocupaciones. ¿Por qué titular que una persona ha muerto en un incendio
cuando se puede decir que cuarenta han tenido la fortuna de escapar de las
llamas?”. De Niro sabe lo que se dice. También hace tiempo que actúa con el
piloto automático puesto… y, por supuesto, se le va la olla.