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La Oficina de Derechos Humanos denuncia ataques contra los pueblos indígenas en Nicaragua

UNICEF-Jeremy Horner - En el centro de Managua, la capital de Nicaragua, una joven desplazada escribe en un cuaderno frente a un edificio anteriormente abandonado donde vive con su familia.
La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos expresó gran preocupación este viernes por los ataques recurrentes a los pueblos indígenas en Nicaragua, así como por la falta de protección de sus derechos y la impunidad de la que gozan quienes cometen crímenes contra ellos.
En conferencia de prensa en Ginebra, la portavoz de la Oficina explicó que la mayor parte de los ataques son perpetrados por colonos que buscan obligar a las comunidades indígenas a abandonar sus hogares ancestrales para usar sus tierras y realizar actividades como la tala ilegal y el pastoreo de ganado.
“Según los datos del Centro para la Justicia y los Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua, de 2015 a la fecha han sido asesinados unos 40 indígenas, 47 más han sido heridos, 44 secuestrados y cuatro desaparecidos en casos relacionados con invasiones de tierras”, dijo Marta Hurtado.
La Oficina de la Alta Comisionada urgió a las autoridades nicaragüenses a investigar a fondo y de manera independiente e imparcial todos los atropellos reportados contra las comunidades indígenas y a procesar judicialmente a los responsables.
“También llamamos a las autoridades a otorgar justicia, verdad y reparación a las víctimas y a sus familias, y a asistir a quienes han sido desplazados forzadamente, incluyendo a quienes han regresado a sus comunidades”, agregó la portavoz.
Subrayó además la importancia de que las autoridades tomen las medidas necesarias para evitar que haya más violencia y para que proteja las tierras, territorios y recursos de los pueblos indígenas.

Amenazas previas

El incidente más reciente sucedió el 29 de enero pasado, cuando decenas de hombres armados embistieron la comunidad de Mayangna, localizada en la reserva de la biosfera de Bosawás, una zona remota protegida en la región autónoma del norte del Caribe, a unos 300 kilómetros de Managua. En esa ocasión, cuatro integrantes de la comunidad Alal en el territorio Sauni As fueron abatidos y dos más resultaron heridos, además de que fueron incendiadas 16 casas y cientos de personas tuvieron que huir. La policía llegó al lugar hasta el día siguiente. 
Los Mayangna reportaron en noviembre pasado que habían recibido amenazas de muerte de los colonos, pero no recibieron la protección adecuada.
Por otra parte, el 4 de enero, el líder indígena de los Miskitu, Mark Rivas, fue encontrado muerto a tiros en Bilwi, en la misma región. Rivas había denunciado amenazas de muerte contra él después de que había acusado al partido en el poder de crear divisiones entre los pueblos indígenas.

Derechos de los pueblos indígenas

La Oficina de la Alta Comisionada recordó que la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas estipula que esas comunidades tienen derecho a sus tierras, territorios y recursos y que no deben ser desalojados por la fuerza. 
“El Estado tiene la obligación de garantizar la protección de los pueblos indígenas y de sus tierras, aun cuando se trate de terceros actores”, recalcó la Hurtado.
Actualmente el 31% del territorio de Nicaragua es hogar de comunidades indígenas y afrodescendientes, y aunque el Estado les ha dado los derechos legales sobre sus tierras, siguen sufriendo invasión recurrente por parte de colonos.
Un cálculo conjunto del Gobierno Territorial Mayangna y una ONG danesa indica que de 1999 a 2015 se desforestaron 600 hectáreas anuales de la reserva de la biosfera Bosawás a un ritmo que se duplicó de 2010 a 2015. En la misma zona se elevó al doble también el número de hogares de no indígenas entre 2009 y 2015.

América Latina es la región del mundo con la mayor proporción de indígenas en la pobreza extrema

OIT-R. Lord. – Mujeres indígenas en una calle de La Paz, Bolivia



 En América Latina y el Caribe los pueblos originarios constituyen más del 8,5% de la población, la proporción más elevada de todas las regiones del mundo, pero también son los que tienen a la mayor proporción de personas en situación de pobreza extrema, revela un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El documento publicado sobre la Aplicación del Convenio sobre pueblos indígenas y tribales 169 de la OIT afirma que los datos de nueve países latinoamericanos indican que los pueblos indígenas comprenden a cerca del 30% de las personas viven en pobreza extrema. El promedio mundial de poblaciones indígenas en esa situación es de 19%.
Comparativamente, esa cifra significa que los pueblos autóctonos de América Latina son tres veces más proclives a padecer ese flagelo que otros grupos de población.
Las mujeres indígenas padecen más
El estudio señala también que en la región, la pobreza extrema está asociada al género y a la población originaria y que, como resultado, el 7% de las mujeres indígenas vive con menos de 1,90 dólares diarios ($6.420 Pesos Col). De acuerdo con la OIT, las mujeres indígenas dependen desproporcionadamente de un empleo informal y que más del 85% de ellas sólo consigue trabajo en la economía informal.
Además, los pueblos indígenas tienen pocas oportunidades de conseguir un empleo de calidad y tienen un 31,5% más de probabilidades de trabajar en la economía informal que los trabajadores no indígenas, lo que supone la mayor brecha de informalidad en todas las regiones.
El documento destaca que el salario de las personas indígenas con empleo remunerado está un 31% por debajo del de otros trabajadores, la mayor brecha salarial de las personas indígenas en el mundo.
El informe sostiene que uno de los principales problemas de los pueblos indígenas es la desigualdad que enfrentan en materia de educación, con casi el 32% de los adultos que trabajan sin ningún tipo de estudios, un número que contrasta con el 13% de adultos no indígenas que no tienen formación alguna.
Pocos avances en 30 años
La OIT deplora que 30 años después de adoptado el Convenio Internacional sobre los derechos de los pueblos indígenas, éstos sigan siendo más proclives a la pobreza y a afrontar obstáculos en la esfera laboral, y advierte de la imperiosa necesidad de solucionar el gran flagelo que sufren esos colectivos. Sin embargo aclara que sólo el 15% de esas poblaciones vive en países cubiertos por ese pacto.
“Muy poco se ha avanzado en la mejora de la vida de los pueblos indígenas”, dijo Martin Oelz, especialista de la Organización y coautor del informe. “Sería conveniente lograr más ratificaciones del Convenio número 169, y adoptar medidas de cara a su aplicación efectiva. Para que las políticas públicas atiendan a las necesidades de los pueblos indígenas y reflejen sus aspiraciones, es imprescindible resolver la ausencia generalizada de marcos institucionales y jurídicos que propicien su participación en la adopción de decisiones.”
Contradicciones
La población indígena mundial es de más de 476 millones de personas y, al contrario de lo que sus condiciones harían pensar, el 80% de ellas vive en países de renta media.
El estudio subraya que en la actualidad la subsistencia y actividades económicas de muchos pueblos indígenas se han transformado y que alrededor del 45% de los trabajadores indígenas están fuera del sector agrícola.
Otra conclusión es que, pese a su predominancia entre los pobres, a nivel mundial, los pueblos indígenas tienen una tasa de participación laboral superior a la de sus contrapartes no indígenas (el 63,3%, frente al 59,1%). Sin embargo, estos números muestran diferencias sustanciales en cuanto a la calidad del trabajo. A menudo, los pueblos indígenas sufren malas condiciones de empleo y discriminación.
En comparación con el 66% de los pueblos no indígenas, más del 86% de los pueblos originarios trabaja en la economía informal, lo cual suele asociarse con malas condiciones y falta de protección social.
Para avanzar y revertir esta realidad es fundamental que se ratifique y aplique el Convenio de la OIT 169, sobre todo para establecer y mejorar las instituciones y los marcos jurídicos de manera que favorezcan tanto la celebración de consultas como la participación de los pueblos indígenas, concluye el informe.

Preservar las lenguas indígenas es preservar la herencia común de la humanidad

ONU-Rick Bajornas
El presidente de la Asamblea General, Tijjani Muhammad-Bande, (al centro), la embajadora de buena voluntad de la UNESCO Yalitza Aparicio (tercera de derecha a izquierda), ministros y representantes de pueblos indígenas  

“Debemos darnos cuenta de que en las lenguas hay conocimientos científicos, soplos de sabiduría y costumbres que permiten a la civilización pasar de una etapa a otra”, dijo este martes el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el evento de alto nivel que dio fin oficial al Año Internacional de las Lenguas Indígenas.

Tijjani Muhammad-Bande recordó que cada mes se extinguen dos lenguas indígenas de las 6700 que se hablan en el mundo y subrayó la gravedad de la situación, alertando de la pérdida que significa la desaparición de cada idioma.

“Las lenguas indígenas son importantes por muchas razones. Lo primero es el papel que un idioma tiene en el pensamiento de los pueblos, en su concepción del lugar que ocupan en el universo y, especialmente, en su visión para encontrar la solución a sus problemas”, señaló.

Citó también el papel de las lenguas indígenas en la transmisión de los conocimientos de los pueblos de generación en generación que han sido la base de gran parte de los avances que han beneficiado a la humanidad, como en el caso de la medicina.

Con la muerte de sus lenguas, los pueblos indígenas pierden una parte sustantiva de su identidad

“La diversidad lingüística es esencial para la preservación de la herencia común de la humanidad. (…) Con la muerte de las lenguas, los pueblos indígenas que las hablan pierden una parte sustantiva de su identidad”, advirtió el presidente de la Asamblea General

Juzgamos lo desconocido

En el acto de clausura estuvo presente la actriz mexicana Yalitza Aparicio, embajadora de buena voluntad de la UNESCO para los pueblos indígenas, quien pugnó por mantener los esfuerzos de revitalización de los idiomas originarios más allá del año internacional.

“Debemos encontrar la forma de incluirlas en la educación, además de tomar la iniciativa de conocer y aprender sobre las comunidades indígenas que existen en nuestro entorno, porque la ignorancia de un tema, nos lleva siempre a discriminar, juzgamos lo desconocido”, apuntó en el podio de la Asamblea.

Yalitza Aparicio, nominada al Oscar a mejor actriz por su trabajo en la película Roma, compartió su experiencia como niña indígena en Tlaxiaco, su lugar de origen en el estado mexicano de Oaxaca.

Recordó que, pese a que sus padres hablaban sendas lenguas indígenas, ni ella ni sus hermanos las aprendieron porque en casa sólo les hablaban en español.

“Pero la culpa no fue de nuestros padres, ellos consideraban que hablar español nos abriría más oportunidades, aunque significara cerrar la puerta a nuestras raíces.”

© UNESCO-Christelle Alix
Yalitza Aparicio, actriz mexicana de origen mixteco y embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO 

Que siga por la eternidad

En este contexto, aseveró que su labor como promotora de las lenguas y los pueblos indígenas continuará más allá de 2019.

Para terminar su discurso, exhortó a mantener activa la defensa de los idiomas originarios en todo el mundo.

Los invito a reconectarse con sus raíces

“Mi objetivo es que ninguna niña o niño crezca avergonzado de sus raíces, que sepa que hablar una lengua indígena es motivo de orgullo”, puntualizó.

“Les pido que las acciones que se estén realizando en diferentes países por el rescate de las lenguas no concluya junto con el año, al contrario, que siga por la eternidad para no perder más de nuestra historia. (…) Los invito a reconectarse con sus raíces. Juntos podemos aprender a habitar un mundo más diverso, más rico y más unido”, concluyó la actriz

¿Son estos los últimos pastores dropka de yaks en Sikkim?

 Pastores de yaks en el Tíbet. FOTO: Matt Ming (CC BY 2.0).

Globalvoices-Devika Sakhadeo.- En las colinas del norte de Sikkim, al noreste de India, la comunidad dropka vive en paz pese a las dificultades. Las colinas resuenan con las canciones que los dropkas tienen para cada actividad. No son los típicos aldeanos que residen en un mismo lugar durante décadas y que cuentan con una fuente determinada de subsistencia. En cambio, los dropkas, tal como su nombre indica, son nómadas (“dropka” es una palabra tibetana que se puede traducir aproximadamente como “nómada” o “pueblo pastor de las alturas”). Para las últimas generaciones, sin embargo, los dropkas han llevado a cabo una actividad que tal vez desaparezca pronto de Sikkim: el pastoreo de yaks.
Los pastores de yaks de Sikkim se han enfrentado a muchos retos, como el cambio climático, restricciones en la frontera, falta de instalaciones, incertidumbre económica o la atracción de una vida más sencilla y cómoda en una localidad. Estos retos han aumentado desde la década de 1960, cuando se cerraron las fronteras del Tíbet. Continuar con la vida como pastor dropka de yaks es una ardua tarea, que provoca que cada vez menos personas estén dispuestas a seguir de buen grado con esta vida.
Antes de 1962, los dropkas, originarios del Tíbet, migraban cada año de esta región a las zonas del norte de Sikkim para que pastaran sus yaks. En los meses de invierno se asentaban temporalmente en Tíbet, cerca de Khampa Dzong, donde la hierba para pastoreo era más larga, más nutritiva y no se compactaba por la nieve. En verano, viajaban hacia el sur, hacia las áreas montañosas del norte de Sikkim, y asentaban brevemente en zonas como Dongkung, Lungma, Kerang y Lachen, en Sikkim. En estas regiones, los lachenpas del valle de Lachen hacían negocios con los dropkas, que eran beneficiosos en términos monetarios y también culturales. Este comercio fomentaba el intercambio cultural y la paz entre ambas comunidades. A cambio, los dropkas cuidaban del ganado de los lachenpas y vendían el excedente tras haber suministrado a su propia comunidad con leche de yak, productos lácteos y lana obtenida del ganado. Este intercambio era posible gracias al acuerdo entre Tíbet e India y a la apertura de fronteras para que los dropkas realizaran su itinerario libremente.
Después de China ocupara el Tíbet se cerró la frontera, y en 1962 obligaron a los dropkas a asentarse en uno de los dos lados. Desde entonces, han tenido que limitar sus migraciones a una región tanto en verano como en inverno. La doctora Anna Balikci Denjongpa, coordinadora de investigación en el Instituto Namgyal de Tibetología en Sikkim, explicó que los dropkas mantienen que antes de que cerraran la frontera había unos mil yaks que migraban según su patrón rotativo de pastoreo. En la actualidad, hay menos de 12 familias que siguen el estilo de vida tradicional de los pastores dropka de yaks. Otros miembros de la comunidad han hallado distintas ocupaciones y la mayoría ha intentado migrar a pueblos o ciudades.
Miembro de la comunidad de los dropkas
con una piel de oveja en una aldea lachenpa.
FOTO: Karchoong Diyali. Utilizada con permiso.
Contra todo pronóstico
El estilo de vida tradicional de los dropkas no es fácil. Con movimiento restringido al estado de Sikkim, enfrentan duras condiciones meteorológicas en invierno, ya que las áreas montañosas al norte de Sikkim sufren fuertes nevadas en ocasiones que compactan la hierba, tan beneficiosa para los yaks.
“Cuando nieva, es muy difícil para los animales y para nosotros”, explica Aie Chezum en una película realizada por el Instituo Namgyal de Tibetología titulada Drokpa—pastoreo en la frontera—los pastores de yaks del norte de Sikkim.
Los dropkas tienen que depender de carne seca durante el invierno. Pero el calor en aumento también supone un problema. Según datos meteorológicos, la temperatura en Sikkim aumenta una media de 2,5ºC al año. Eso ha provocado la disminución de la hierba, y para los yaks de grandes altitudes, el calor provoca incomodidad. Los animales malnutridos acaban siendo una carga y los dropkas deben venderlos o alimentarlos con forraje preparado, ya que la hierba está cubierta por nieve durante el invierno. Esto implica asumir el gasto adicional de comprar forraje. Para una comunidad tradicionalmente autosuficiente, se trata de conceptos económicos relativamente nuevos, puesto que siempre han confiado en el comercio para sus necesidades y suministros.
Desde el cierre de la frontera, la comunidad también ha tenido que depender del Ejército para lograr asistencia médica en este terreno de gran dificultad, aunque para tratamientos más serios el Ejército tampoco puede ofrecer ayuda. En estos casos, la supervivencia se vuelve precaria.
Para entender a los dropkas, hay que recordar que los yaks son imprescindibles en la vida autosuficiente de la comunidad, ya que ofrece la lana y la leche que utilizan para otros productos, y también el estiércol, que se utilizado como combustible una vez seco. Con la lana producen calcetines, ropa y alfombras. 
Antes tejían también prendas caras llamadas sheema y puruk, que se usan principalmente en Tíbet y que suponían un comercio de mercancías. Debido a las limitaciones fronterizas, la mayor parte de la actividad comercial se ha estancado. La leche de los yaks se utiliza principalmente para el té –conocido en la región como chai– en invierno y para realizar productos como el queso en verano. Tras completar su propio suministro de productos lácteos, suelen vender el excedente de queso en pueblos, aunque según un comerciante de Gangtok, ahora resulta algo extraño.
Tras todos estos años se sigue viendo a los dropkas como huéspedes y no como residentes en la zona. Debido a las restricciones fronterizas, se sienten atrapados y obligados a ir con cuidado, no solo porque el ganado podría entrar en un campo de minas, sino también porque tienen que acatar normas y regulaciones impuestas por las comunidades que los acogen.

Un futuro incierto para el trabajo de pastor de yaks

A pesar de todo, algunos dropkas consiguen vivir decentemente. Salvan la distancia cuidando del ganado de los aldeanos de Sikkim del valle de Lachen y realizando trabajos para miembros del Ejército. Además de forraje para el ganado, ropa, comida y otras necesidades, otro gasto al que se enfrentan ahora los dropkas es la educación de sus hijos. Muchos han decidido que sus hijos vayan a escuelas en pueblos o ciudades donde, una vez reciben una educación y experimentan la vida urbana, rechazan volver y adoptar de nuevo el duro estilo de vida asociado con el pastoreo de yaks. “Cuando todo lo demás falla, ser dropka es la última opción para ellos”, explica la doctora Anna Balikci Denzongpa. Los jóvenes dropkas también evitan el trabajo de pastor de yaks, ya que creen que no encontrarán esposas que acepten esa profesión.
Los que abandonan la profesión de pastor de yaks acaban trabajando en el Ejército, el Gobierno u otras ocupaciones de la ciudad. Con el aumento reciente del número de turistas en Sikkim, también se necesitan trabajadores en ese sector. Una última opción para los que no encuentran trabajo es asentarse en los campos de refugiados de Tíbet. La ayuda del Gobierno no es suficiente apoyo para que los jóvenes continúen con la vida tradicional de los dropkas, ni tampoco el interés mostrado por unas pocas ONG.
Pese a todo, todavía los hay que siguen con las ocupaciones tradicionales y con la vida de los pastores de yaks en las montañas de Sikkim. Sin embargo, incluso quienes desafían las duras condiciones son conscientes del hecho de sus hijos pueden decidir vender su ganado y dirigirse a ciudades en busca de otros trabajos. Esta generación bien podría estar escribiendo el último capítulo de la historia del pastoreo de yaks por parte de los dropkas de Sikkim.
Escrito por Devika Sakhadeo



Traducido por Antonio Iborra Rovira



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