Típico. Después de un duro
día de actividad, te metes en la cama, cierras los ojos y… No viene el sueño.
Álvaro Trujillo-muhimu.- Esa misma noche, tu cerebro
ha decidido volverse troll. Y te recuerda esa noticia tan incómoda de tu amigo,
el “tenemos que hablar” de tu pareja, la exposición que tienes pasado mañana y
que aún no has empezado…
Todo lo que ha permanecido
callado durante el día, parece que nos grita al oído por la noche.
Te ha pasado eso alguna
vez, y lo sabes. Has sufrido lo que los expertos llaman: insomnio
por pensamiento.
El cerebro te trollea de
muchas maneras. Y esta es una. Pero, ¿por qué pasa esto?
Nuestro cerebro produce
impulsos eléctricos, que a la vez, producen una serie de ritmos que conocemos
mejor como ondas cerebrales. A través de la lectura de estas ondas,
podemos inferir el estado de conciencia de una persona.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales:
o Las ondas beta (14 a 30-35
Hz), que se producen cuando el cerebro está despierto, o haciendo alguna tarea
mental intensa.
o Las ondas alfa (8 a 14 Hz).
Más lentas y que surgen cuando el organismo ha dejado de hacer una tarea
intensa y está relajada o descansando.
o Las ondas theta (4 a 8 Hz).
Que se alcanzan en un estado de calma O en esos estados en los que parece que
nos hemos ido a la luna.
o Ondas delta (1,5 a 4 Hz).
Las que sólo alcanzamos cuando estamos en nuestros sueños más profundos.
Cuando vamos a dormir,
antes de pasar a las fases del sueño, debemos relajarnos primero. Es decir.
Debemos de pasar de un estado beta, a un estado
alfa.
Y cuando vamos entrando en
ese estado alfa, nuestros pensamientos que tenemos de forma
normal durante un estado de conciencia activo durante el día, se van diluyendo.
Solo quedan unos pocos hilos activos en nuestro cerebro. Concretamente, los que
percibimos como más relevantes, o más preocupantes.
De esta manera, de la misma
forma que nos pueden venir imágenes agradables o motivantes para seguir
relajados, nos pueden llegar los recuerdos de esas cosas que durante el día nos
han dado la lata. Y puede ser posible porque ahora tenemos toda la atención completamente
libre para esos pensamientos.
Y es ahí donde nuestro
cerebro, sin maldad ninguna, sino con toda la inocencia del mundo, nos trae a
la mente todos esos pequeños problemas y fastidios cotidianos que durante el
día no tenían importancia. Y que ahora parece que tienen cada vez más.
Durante el día, estos
pensamientos no son prioritarios. Tenemos otras cosas que hacer, y
conscientemente los desplazamos o los racionalizamos de alguna manera. Pero en
este estado, hasta la más mínima rumiación puede activar
nuestro sistema de alarma y provocar ansiedad.